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Reportaje:

Lasarte, machete contra el Dépor

El técnico de la Real se enfrenta a un club que lleva en el corazón

Acababa de terminar el partido y el Deportivo seguía en Primera División. Un gol del Betis le hubiera descendido en un partido que marcó la historia de un club centenario. Arsenio dejó el banquillo y se fue al césped al encuentro de los futbolistas. Encontró a su capitán y se echó en sus brazos: "¡Dios mío, Martín, cuanto he sufrido!". "¡Bien, míster, lo conseguimos!", atinó a consolarle Martín Lasarte. Fue su último partido con el Deportivo. "Sabía que se estaba gestando algo bueno y me hubiera gustado seguir. Son cosas que entonces no entiendes, pero que con el tiempo sí", recuerda Lasarte. Acababa contrato y en los despachos no se consideró conveniente ofrecerle siquiera un año más. Lendoiro tenía otros planes y se produjo un desencuentro traumático.

El lateral fue decisivo en el último ascenso del Coruña, en 1991
"Martín conoce sus limitaciones; eso no es ser limitado", dice Uralde

A Martín Lasarte Arróspide EIzaguirre Otegi (Montevideo, 1961) le delatan los apellidos. "Hubiera podido jugar en el Athletic", dijo con sorna cuando le presentaron como entrenador de la Real Sociedad. La vida le llevó a completar el círculo que inició su padre cuando en 1958 dejó Andoain. En el barco que le llevaba hacia Uruguay conoció a una nieta de un paisano, la madre del hoy técnico donostiarra, que esta noche se enfrentará por primera vez al Deportivo, un equipo que lleva en el corazón. "Si entreno en España es por mi etapa de jugador en A Coruña", reconoce. Allí conoció a Peio Uralde, goleador devenido en representante, contacto fundamental para que Lasarte regresara a nuestra Liga. Por su trabajo Uralde viaja dos o tres veces al año a Sudamérica. En uno de esos desplazamientos le acompañó Loren Juarros, aquel delantero que acabó sus días de futbolista como central. Uralde y Lasarte cultivaban una amistad iniciada en el vestuario de Riazor, donde coincidieron dos temporadas. Se juntaron los tres y Loren comprendió que si algún día llegaba a tener responsabilidades ejecutivas en un equipo, aquel uruguayo de sangre vasca era una opción.

La oportunidad se presentó en el verano de 2009. Desde entonces la historia es más conocida. Lasarte guió al equipo a Primera y vivió un deja vu respecto a lo sucedido en 1991, cuando ascendió con el Deportivo a la izquierda de Djukic. No era un esteta de la pelota, pero tenía una gran cualidad: nunca quiso hacer más de lo que podía. "Lo mejor de Martín es que conoce sus limitaciones, que no es lo mismo que ser limitado", describe Uralde. Recio marcador, nada violento pese a la leyenda que le acompaña con la tonadilla que le dedicaron los Riazor Blues, noble, bigotón, de los tiempos en los que el mostacho formaba parte del equipaje para ser un defensa respetado. Se lo dijo un viejo entrenador de Rentistas, el Toto Larraura. "Para jugar atrás, tenés que tener otra cara".

Lasarte quema etapas, pero envuelve cada vivencia como si fuera un tesoro. Por eso lleva A Coruña tan dentro. "Allí nació mi hija Itziar". Iker lo hizo en Montevideo, a donde volvió tras dejar el Deportivo. Antes se permitió un viaje de un mes en coche para conocer Europa con su mujer y su niña. Consideró la opción de quedarse a vivir en Galicia, pero volvió a Rampla Juniors y al poco tiempo enfiló el chándal y los banquillos. "En el fútbol te miden por el rendimiento y Martín obtuvo resultados con equipos medios tipo Rampla, Danubio y Rentistas. Luego fue campeón con Nacional después de que el equipo estuviera un montón de años sin serlo", rememora Uralde, que reconoce que no es imparcial a la hora de hablar de su amigo.

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"No se complica. Tiene las cosas muy claras, cuatro o cinco, muy puntuales. Y sabe hacer grupo". También lo hacía de jugador, como cuando en el túnel de vestuarios de Riazor antes de la ida de la promoción contra el Betis arengó a sus compañeros recordándoles que sus familias estaban en el campo esperando que dieran lo mejor. Aquel discurso lo retomó Arsenio en la vuelta y actuó como reactivo cuando aún no se habían inventado los montajes de vídeo motivadores. "Dejamos al Deportivo donde debía de estar. Aquel año hablaba mucho con los nenos, José Ramón y Fran, de lo bonito que sería que el equipo llegara algún día a Europa. Luego les veía desde Uruguay y sentía que me representaban". Hoy se mide a un club en peligro de perder aquello por lo que él sacaba el machete hace 20 años. Calma, llega Uralde para dejar las cosas claras. "¿Bajar? Que no se baja, ¡hombre!".

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