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Análisis:ANÁLISIS
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Difícil pero necesario

Está en la naturaleza humana enfrentarse a preguntas de difícil respuesta. Las más estudiadas a lo largo de los siglos corresponden a disciplinas como la filosofía, la física, la teología, la astrología; muy distintas entre sí pero obligadas, en ocasiones, a enfrentarse a incógnitas similares. Algunas, acerca del origen del hombre y del universo y de la existencia o no de vida después de la muerte, tienen ya respuesta. Lo que no impide que las creencias de cada cual ocasionen que no todos los seres humanos las acepten como verdaderas.

Las preguntas que los economistas consideramos difíciles son muchas y variadas. Mencionaré algunas muy concretas pero la lista es interminable. Las hay de tipo macroeconómico muy actuales: ¿Cuándo saldremos de la crisis? ¿Qué hacemos para evitar otra situación similar? ¿Cómo debería regularse el sistema financiero? Son preguntas que están poniendo en cuestión algunos de las hipótesis y modelos con los que se trabaja en la actualidad y que acarrean a la profesión un halo de desprestigio si no se responden con acierto. Otras, también interesantes, nos llevan a respuestas que incomodan a profesionales pertenecientes a otras disciplinas que reaccionan, en ocasiones, otorgándonos el sambenito de "economicistas". Son del tipo: ¿Cuánto es el valor de la vida humana? ¿Y el de las generaciones que todavía no han nacido? ¿Cuánto deberíamos invertir para evitar las hambrunas? Y ¿en proteger el clima de la tierra? Ecólogos, filósofos y muchos científicos no coinciden con lo que denominamos "buenas aproximaciones" a estos valores. Y es normal. Esa es precisamente la riqueza de la multidisciplinaridad. Al abordar este segundo tipo de cuestiones lo hacemos porque constituyen un reto en sí mismo y porque, además, de su respuesta depende la forma en que ciertas instituciones del sector privado, las compañías de seguros, por ejemplo, o los responsables del sector público van a actuar.

La pregunta sobre el valor de la vida ha acaparado los medios informativos

Explícita o implícitamente la pregunta acerca del valor de la vida ha venido ocupando las primeras planas de los medios de comunicación en los últimos meses por el episodio de los mineros chilenos enterrados en vida. La respuesta, en la práctica, ha sido que el valor de mantener con vida a los 33 mineros sepultados no tenía límite ni para los políticos chilenos, ni obviamente para sus familiares, pero tampoco para la sociedad en general.

Los ingenieros que han sido capaces, y muy eficazmente por cierto, de salvarles no han estado sujetos a ninguna restricción presupuestaria. Como tampoco hubo restricción alguna para minimizar los daños del vertido de petróleo de British Petroleum en el Golfo de México. Había que tratar de impedir la muerte y el deterioro de los ecosistemas. Pero no siempre respondemos así. No siempre reaccionamos como en el caso de los mineros ni en el del último gran vertido en EE UU. Lo comprobaremos con la información que vaya llegando de Hungría en relación a la respuesta del accidente del lodo tóxico.

Pero más allá de estos acontecimientos excepcionales y, fijándonos en el día a día, es evidente que utilizamos distintas "varas de medir". Cuando firmamos una póliza de seguro para protegernos frente a incidentes ciertos como la muerte o casi-ciertos, como la enfermedad, las compañías de seguros sí que son capaces de valorar nuestras vidas lo que a la postre implica poner límites, en términos monetarios, a algo que en principio tiene un valor "incalculable". Lo que valemos cuando hacemos ese tipo de contratos se puede aproximar al valor actual de los flujos de renta que podemos obtener en los años de actividad. Y esto no es más que un número, alto o bajo, pero un número concreto y sonante. Por eso son los jóvenes los que firman seguros de vida y los mayores los que tienen dificultades para encontrar una compañía de seguros privada que les cubra los riesgos relacionados con su salud.

Que no se haya aplicado este principio del valor actualizado de los ingresos futuros en el caso de los mineros chilenos me parece una magnífica noticia, lo que no obsta para que también esté de acuerdo con la necesidad de valorar monetariamente, y de la mejor manera posible, la vida humana, los ecosistemas, o los recursos naturales favoreciendo así decisiones que, de otra manera no podrían adoptarse o se adoptarían sin un mínimo de información a pesar de su importancia y necesidad.

Las dos posiciones, aunque puedan parecer antagónicas, no lo son. El caso de los mineros es un acontecimiento excepcional en el que los responsables políticos se han volcado porque la sociedad chilena les ha respondido. Pero más allá de este caso concreto lo que destacaría es que puede ocurrir que no sea posible tomar decisiones o incluso que no se deje margen para que ciertas actividades, como los seguros privados o ciertas políticas públicas, se puedan materializar si no se acepta que podemos responder a preguntas difíciles con respuestas, aunque sean parciales. Valorar la vida humana es una de ellas. Pero también lo es valorar a las generaciones futuras, los ecosistemas, los recursos naturales y el clima de la tierra. Y en ello estamos.

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