Las claves de la represión
Cuando Queipo de Llano se sublevó no tuvo empacho en declarar mayestáticamente: "La historia nos juzgará". Desde hace tiempo los investigadores han seguido su "invitación". La rebelión dio lugar a un corte en la evolución natural de la sociedad española. Sus consecuencias quedaron anegadas en sangre y en silencio. No se aclararon durante la dictadura. Hoy, el estudio de la represión avanza ya a velocidad de crucero y este importantísimo libro debería ser objeto de estudio en los diversos tramos de la educación pública y calar en los forjadores de opinión y los españoles de nuestros días.
Francisco Espinosa, uno de los primeros historiadores que levantó las densas capas de ofuscación y mentiras que ocultaron la sangrienta represión que desde el comienzo mismo lanzaron los autoproclamados salvadores de la patria, ha conjuntado a tres investigadores. El subproducto ha sido la feliz combinación de cuatro modélicos estudios. Espinosa mismo hace un resumen brillante del estado actual de la ya substancial historiografía sobre la represión durante la Guerra Civil y la posguerra. José María García Márquez deslumbra con un detalladísimo análisis de los mecanismos que recubrieron la lluvia de sangre que se abatió sobre la Andalucía documentable en los legajos del Tribunal Territorial Militar Segundo. José Luis Ledesma ofrece una fantástica primicia de su tesis doctoral sobre la represión en la zona republicana (incluidos Paracuellos y otras atrocidades). Pablo Gil Vico aborda un innovador ensayo sobre la perversión del Derecho, la actuación del Cuerpo Jurídico Militar y el Consejo Supremo de Justicia Militar. A ver a quién los desmonta.
Violencia roja y azul. España 1936-1950
Francisco Espinosa Maestre (editor)
Crítica. Barcelona, 2010
485 páginas. 29 euros
Con rigor académico, los capítulos de esta obra van mucho más allá del distorsionador debate sobre quién mató más (los sublevados y en una relación de casi 3 a 1) y estudian la esencial diferencia entre las mecánicas, finalidades y filosofías aplicadas en los territorios donde no hubo guerra, porque quedaron desde el principio en manos sublevadas, en las zonas que fueron conquistando y en las áreas en que no triunfaron. Con su lenguaje y sus claves. Con nombres y apellidos. Con estudios de casos representativos. No hubo descontrol en los asesinatos. Falangistas, soldados y civiles hicieron su sucio trabajo a las órdenes del sector más ideologizado de la oficialidad sublevada: hombres comunes y corrientes, como ejemplificó en el caso nazi Christopher Browning. También "se pasaron". Cuando llegó la hora de la victoria un mando de la Guardia Civil anunció, con presciencia, que la guerra había terminado pero que la campaña continuaba. En resumen, se trata de un libro que pone al lector de hoy frente a hechos que repugnan a una sociedad civilizada. ¿Cuándo los aceptará un sector de la española?
El crucero continúa. Para el año que viene ya se anuncian trabajos tanto de investigadores jóvenes (el propio Ledesma, Jorge Marco/Gutmaro Gómez Bravo) como de un veterano (Paul Preston). Tampoco harán las delicias de los seudohistoriadores neofranquistas. A lo mejor hasta los leen los juzgadores de Garzón, pero si no lo hacen que ojeen al menos el coordinado por Francisco Espinosa.
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