Del correcalles a la armonía
El Atlético se equilibra a partir de la táctica en el primer aniversario de Quique en el banquillo
A punto de cobrarse su primer año en el banquillo del Atlético, al que llegó el 23 de octubre de 2010, la mano de Quique Flores ha transformado al equipo del Manzanares en uno nuevo, diferente, irreconocible en el espejo. Los dos títulos y las tres finales alcanzadas, un éxito impensable cuando la fractura social, económica y deportiva acechaba al club, han fraguado un grupo que ha ganado fiabilidad y serenidad donde antes se partía. Para desconcierto del Calderón, los partidos han dejado de ser un correcalles, una ruleta rusa que premiaba a la delantera más perspicaz. "Sin caer en la autocomplacencia, es cierto que hemos ganado en equilibrio. El Atlético estaba acostumbrado a jugar al arreón, lo que se traducía en un desgaste del cuerpo y la mente muy grande. No podíamos seguir por esa línea. Cualquier entrenador estaría de acuerdo. No se puede competir de manera regular por impulsos, por achuchones. Hay que mantener un ritmo alto los 90 minutos", razona el preparador, que recurre a una metáfora para explicar el proceso, la evolución de la última versión del Atlético: "Hemos empezado a domar al purasangre".
Mérida: "He aprendido aspectos que en el Arsenal, con Wenger, desconocía"
"Para conseguirlo, el objetivo principal era acumular mucho volumen técnico-táctico en la pretemporada, a la vez que trabajábamos las intensidades y capacidades de cada integrante de la plantilla", apunta el preparador físico, Jordi García. "Prácticamente, somos el mismo vestuario que la temporada anterior y, pese al chascarrillo, es más fácil seguir la dinámica positiva cuando ganas, pero todo eso es porque nos agrupamos muy bien y no dejamos los huecos de antes", le secunda Simão. Fran Mérida, uno de los nuevos, comparte la misma tesis que el extremo luso: "Me ha sorprendido la manera de trabajar en los entrenamientos las cuestiones tácticas. He aprendido aspectos que desconocía y no había visto en el Arsenal con Wenger".
Conscientes de la dificultad del calendario -el Atlético ya se ha medido al Barcelona, Valencia, Sevilla y Athletic y el domingo visita al Villarreal-, Quique y el resto de los componentes del cuerpo técnico sentaron las bases del grupo desde finales de junio, con más antelación de la habitual, "condicionados" por la final de la Supercopa de Europa, ganada al Inter. "La idea era no llegar a octubre liquidados en la Liga como nos sucedió hace un año", cuenta Assunção. "Hemos creado una cultura del trabajo en la que el dibujo en el césped tiene mucha importancia porque repercute en el cansancio, ya que las distancias que recorren los jugadores son menores y más efectivas. Cuando no estás ordenado, se producen más lesiones y el desgaste físico es mayor. Por ejemplo, ese volumen de trabajo que apela a la armonía te permite hacer 15 sprints de promedio, cinco más que antes", prosigue García. La distancia media recorrida por los jugadores es de 10.960 metros (11.400 en el último duelo, ante el Getafe).
Los resultados saltan a la vista. Aunque no enamore, el Atlético es más zen y competitivo, sobre todo en el apartado defensivo, en el que ha pasado de encajar 17 goles a recibir solo siete en el arranque liguero. El balance de los marcados también es favorable: 12 por nueve. "Afrontamos los partidos mejor preparados porque nos colocamos mejor en el campo", comparte Ujfalusi.
El Rosenborg pondrá hoy a prueba la progresión del Atlético en la Liga Europa, en la que aún no conoce la victoria. "Tenemos la raza para defender el título", concluye Quique.
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