El tropezón de la abogada de los divorcios millonarios
Una magnate se ahorra 4,3 millones en su indemnización
Desde ayer Reino Unido se ha convertido en un paraíso para los divorcios millonarios. Una sentencia del Supremo británico reconoce por primera vez un acuerdo prenupcial firmado en otro país. Ello ha sido posible gracias al empeño, casi cabezonería, de una empresaria del papel alemana que ha llevado su separación a la corte británica. Había firmado un documento antes de casarse y quería que este fuera determinante a la hora de indemnizar a su cónyuge con su abundante patrimonio, estimado en 100 millones de euros. La pareja acordó que en caso de desamor, él sería compensado con 1,2 millones.
Los protagonistas de esta historia son Katrin Radmacher, una alemana de 39 años, y Nicolas Granatino, un francés de 38. En una primera instancia, el divorcio se resolvió a favor de Nicolas, que se las prometía muy felices con 5,5 millones de euros en su bolsillo, ya que el juez no reconoció aquel acuerdo prenuncial porque estaba firmado en Alemania. El caso dio un vuelco cuando Radmacher elevó el caso al Supremo.
Granatino había recurrido, para defender sus derechos, a Fiona Shackleton, la abogada de divorcios más famosa de Reino Unido. El mito de Shackleton, de 53 años, empezó a forjarse en 1992, cuando defendió al príncipe Andrés al separarse de Sarah Ferguson. Los expertos quedaron tan impresionados que uno de los abogados más influyentes de la época, lord Goldman, le aconsejó al príncipe Carlos que la contratara durante su divorcio de la princesa Diana. La abogada incrementó su leyenda como letrada de Paul McCartney frente a Heather Mills y de la modelo Claire Merry cuando se divorció del futbolista Thierry Henry.
Pero Shackleton ha caído esta vez derrotada. El Supremo ha reconocido la validez del acuerdo prenupcial y ha dejado la indemnización de Granatino, antes banquero de la City de Londres y ahora académico, en los 1,2 millones pactados. Katrin Radmacher mostró su alegría en una rueda de prensa. En las mansiones londinenses también fueron muchos los ricos que se alegraron.
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