El Madrid se somete a la prueba italiana

"¿Qué quiere que le diga?", replicó Mourinho, encogiéndose de hombros con desdén. "¿Qué es un partido de otro mundo? Es un partido más. Tenemos seis puntos. Necesitamos nueve o diez para clasificarnos y nos falta jugar en casa con el Auxerre y fuera con el Ajax y el Milan. No estamos desesperados. Pasado mañana, si ganamos será miércoles. Y si perdemos también será miércoles".

José Mourinho habla con la serenidad del faraón que ya construyó su pirámide. Él ya entró en la historia. Está convencido de que mañana será miércoles y ahora saborea la perspectiva de que dentro de 5.000 años la humanidad le conmemore cuando lea su nombre grabado en los vestigios. Para asegurarse de que así sea, pretende convertirse en el primer entrenador en conquistar tres Ligas de Campeones con tres equipos de países distintos. Para Mourinho, un partido contra el Milan en primera fase es un partido más. Para el Madrid no tanto. El Madrid solo ha ganado un encuentro de ocho contra adversarios italianos desde la temporada 2005-2006. El dato mide con precisión la decadencia madridista en Europa e invita a pensar que el de hoy es mucho más que un trámite sin consecuencias. El año pasado, el doble cruce con el Milan en la primera fase (una derrota en el Bernabéu y un empate en San Siro) anticipó el fracaso de los octavos de final.

"Desde que Figo falló aquel penalti en Turín, mis recuerdos no son buenos", dice Casillas

"¿Qué quiere que le diga?", insistió Mourinho, que se resiste a considerar las situaciones sin considerarse primero a sí mismo. "Este será mi partido 75 en Champions. Ni el primero, ni el segundo, ni el tercero. ¡Setenta y cinco! Eso son muchas horas de Champions".

Mourinho juega con la idea de ser una leyenda viviente de la Champions. Está orgulloso de los sentimientos que inspira en sus adversarios. Ayer, cuando le preguntaron por las críticas que le había dedicado el administrador delegado del Milan, Adriano Galliani, que le acusó de ser un provocador de violencia, no dejó pasar la oportunidad de instrumentalizar una respuesta que engrandeciera su mito. "¿Sabéis lo que le dijo de mí Galliani a Florentino Pérez?", preguntó a su audiencia. "Grazie per portarlo a Madrid".

Mourinho no fue el único portavoz del Madrid ayer. También habló Casillas. El capitán ofreció una versión casi opuesta a la de su entrenador. Consideró que el partido contra el Milan tiene un relieve especial y reflexionó con cierta amargura sobre la estadística de su equipo frente a rivales italianos. "Desde aquella semifinal que perdimos en Turín frente a la Juve, en 2003, en la que recuerdo que Figo falló el penalti que nos habría clasificado... no hemos vuelto a ganar a los italianos en partidos decisivos", dijo el portero. "Quizás cuando pienso en los italianos mis recuerdos son más malos que buenos. Son cosas del fútbol. Resultados. Estadísticas. Pero las estadísticas están para romperlas. Es un tópico y es una gran verdad".

Las palabras de Casillas exhibieron la diferencia entre un entrenador que es un recién llegado y un hombre que lleva más de una década en el primer equipo. Desde que Casillas defiende la portería de Chamartín, el Madrid ha enfrentado a equipos italianos en 22 ocasiones en Champions. Ha empatado cuatro, ha perdido nueve y ha ganado otras nueve. Nunca le ha resultado fácil mantener su portería a cero: lo consiguió cuatro veces. Las más de las ocasiones, Casillas fue batido. Ha recibido tres goles de Totti, tres de Del Piero, tres de Trezeguet, dos de Crespo, dos de Pandev, y dos de Pato el año pasado, entre otros.

A Casillas la memoria y el carácter le impiden tomarse el partido de hoy como un trámite. El portero sabe que para el madridismo estar a la altura en la prueba italiana es trascendental.