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Reportaje:

El voleibol late en Monforte

A Pinguela comienza el próximo fin de semana su decimotercera campaña en la máxima categoría nacional con recortes de presupuesto

Tapadas por el ruido de los deportes de masas, orilladas respecto al eje atlántico, incluso del resplandor de la capital provincial, en A Pinguela se enorgullecen de pasear el nombre de Monforte y de la Ribeira Sacra por toda España. Se trata de voleibol femenino, un deporte que sólo acapara focos cuando el márketing anuncia la llegada de una maciza o los federativos acuerdan ceñir camisetas y culottes al cuerpo de las chicas. Lo más normal es que todas tengan buen tipo, también que tras ese cuerpo haya buenas dosis de sacrificio y disciplina.

A Pinguela mantiene a Monforte en el mapa deportivo nacional y conforma ya una tradición que les ha llevado a competir trece temporadas en la máxima categoría, en la Superliga, un esfuerzo que obliga a mantener un equipo profesional con deportistas que cobran un sueldo que va entre los 1.000 y los 2.000 mil euros y que, en algún caso, llegan de lejos para asentarse en un lugar del que no tenían referencias.

Las deportistas cobran un sueldo entre los 1.000 y los 2.000 euros
Pelean contra los novios que no entienden tanta dedicación

Rebeca Kruse llegó de Tarragona con 18 años, había jugado una fase final del campeonato nacional juvenil en Monforte y llamó la atención de los técnicos, que le ofrecieron un contrato. Estuvo una temporada, luego se fue a otros destinos y hace tres regresó. Hace poco más de un año se casó en Pantón. "¡Hasta vino la prensa local a sacar una foto! Nuestro deporte es minoritario, pero en Monforte nos conoce todo el mundo por la calle", asegura. El orgullo a veces no corre en paralelo con los apoyos económicos. "Tenemos el hándicap de que en la zona no hay grandes empresas que quieran publicitarse a nivel nacional", detalla el presidente, José Ramón Martínez Mareque. El año pasado encontraron auxilio en el Xacobeo, que se hizo cargo del 10% del presupuesto del equipo, pero hoy por hoy el Club Voleibol A Pinguela no lleva apellido y ha tenido que hacer recortes a la espera de tiempos mejores.

Con 300.000 euros les dará para mantener un equipo profesional con un técnico y tres jugadoras brasileñas, afrontar, a partir del próximo fin de semana, una competición en la que la mitad de los equipos son de Canarias o Baleares y tratar de llevar a las fases nacionales a sus equipos juvenil y cadete. También a dar vuelo a unas escuelas deportivas con más de 200 niñas, una iniciativa gracias a la que el voleibol tiene presencia en todos los colegios de Monforte, Ferreira y Escairón.

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"El club siempre estuvo vinculado a la base", matiza Manuel Martínez. Todo nació con él, con un grupo de niñas que recibió como profesor de Educación Física en el instituto de A Pinguela y que le transmitieron su inquietud por dar continuidad a una afición que había germinado en el desaparecido colegio San Antonio. "Formamos un equipo en categoría cadete y quedamos subcampeonas gallegas, eso nos animó a seguir". Era 1987. El siguiente paso fue federarse y crecer. De cadete a juvenil, de ahí a Segunda División, tras dos años a Primera y dos después, en 1996, a División de Honor, la actual Superliga. En esa cima sólo se ausentaron dos temporadas, de 2007 a 2009. La campaña pasada, la del regreso, jugaron el play off por el título y fueron terceras en la Copa de la Reina, que acogió a la elite nacional en tierras de Lemos. Todo en un ámbito, el femenino, que no acostumbra a despertar pasión en la multitud. Pelean contra los roles sociales, contra la incapacidad de retener a aquellas que deben de abandonar el pueblo para cursar estudios universitarios, con los novios que no entienden tanta dedicación a la pelota. "Además, tememos que si nos abrimos al deporte masculino este acabe engullendo al femenino", detalla Martínez. Al final en Monforte y comarca hay 23 equipos entre benjamines y cadetes.

Todos arriman el hombro para darles vida, incluso las jugadoras del primer equipo, a las que se invita a trabajar con las niñas. Hay mucho de vocacional en ello. Rebeca Kruse, madre de una pequeña de dos años, sacó tiempo de donde no lo tenía para trabajar con dos grupos. Le bulle la cabeza en busca de ideas para dinamizar el deporte que ama. "El voleibol es minoritario, pero es de los que más gente federada tiene". Justo la que hay en Monforte, aunque Mareque, otro de esos héroes anónimos que construyen el deporte, advierte que todo se puede venir abajo sin apoyos: "Si desaparece el primer equipo, desaparece la base".

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