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Reportaje:

La estela del 'Alakrana'

Un año después del secuestro del atunero vasco en el Índico, muchos de sus tripulantes aún reciben ayuda psicológica

Hace un año, en las aguas del Océano Índico, a 413 millas de Somalia, el atunero Alakrana, propiedad de la empresa bermeotarra Echebaster Fleet, fue secuestrado por piratas somalíes. Entre los tripulantes, uno era andaluz, ocho eran gallegos y siete de ellos, vascos.

Pasaron 47 días de sufrimiento y agonía, en los que, en más de una ocasión, temieron por su vida. Las familias pidieron ayuda al Gobierno y las relaciones entre ambos no estuvieron exentas de polémica. No obstante, el 17 de noviembre del año pasado, tras el pago de 4 millones de dólares, los marineros fueron liberados.

Un año y un día después, las heridas cicatrizan a distinto ritmo. Mientras que algunos han vuelto al Índico, otros aún reciben ayuda psicológica para superar el trauma y poder volver a navegar. Tres mujeres de marineros que formaban parte de la tripulación del Alakrana y el hermano de uno de ellos, que acaba de volver de las aguas en las que se produjo el secuestro, narran cómo vivieron aquellos días y explican en qué ha cambiado su vida en estos 12 meses.

"La sensación horrorosa que ví en mi marido no se lo deseo a nadie"
"Es un tema tabú, casi no hablamos de ello; queremos cerrar página"
"El Gobierno actuó bien desde la manifestación; en principio, no"
"Ahora en el Índico hemos estado bastante tranquilos y con seguridad"

MARÍA ÁNGELES JIMÉNEZ "Creí morirme por dentro"

Gaizka Iturbe, engrasador del Alakrana y marido de María Ángeles Jiménez, tuvo que sobrellevar el secuestro del atunero vasco con una piedra en el riñón que se le formó por la falta de agua y el estrés y que expulsó allí. Un año después, tanto él, como su mujer y su hija siguen en tratamiento psicológico. "Pensamos que en un principio no podría recuperarse, pero gracias a Dios parece que va a ser que sí", comenta María Ángeles.

La mujer recuerda con una mezcla de alegría y miedo cómo encontró a Gaizka en el aeropuerto de Madrid a su vuelta. "Fue una sensación horrorosa, eso que vi en mi marido, lo que reflejaba su cara no se lo deseo a nadie. Creí morirme por dentro", confiesa María Ángeles desde su casa de Sestao a sabiendas de que Gaizka difícilmente será el mismo. "Su personalidad es muy positiva, tiene un humor genial, pero se ha vuelto muy hermético", reconoce.

Y es que aquel mes y medio de secuestro fue "horroroso", una situación "muy tensa y violenta". Según explica María Ángeles, "Gaizka nunca lo podrá olvidar". Aquellos días de horror en el Índico están omnipresentes en el día a día del engrasador. "Gaizka lo cuenta a diario. Tiene miedo a que lo vuelvan a secuestrar, de vez en cuando le vienen flashbacks, cualquier ruido le transporta al secuestro. Él siempre dice que el día que les ametrallaron vio pasar la muerte de cerca, pensó que moría, que aquel era su último día", confiesa compungida.

No obstante, a Gaizka "no le queda otra que volver al mar" y, por ello, "trabaja para el momento en el que le den el alta reincorporarse". Pese a que la mujer sabe que, en muchas ocasiones, la terapia indicada es enfrentarse a los miedos, no quiere "pensar en el día que se va por la puerta con las maletas". Así que "estoy haciendo imagen mental de que ahora mismo está de vacaciones y que luego volverá a trabajar". De todas maneras, "no cuenta que yo esté preparada o no, por lo que voy a apoyar a mi marido en todo". Además, María Ángeles recuerda que "la lotería es raro que te toque una vez, pero más que te toque dos".

OLGA TORRE "Queremos cerrar página"

A la mujer de Víctor Bilbao, que un año después sigue en tratamiento psicológico, se le quiebra la voz al recordar el momento en el que su marido le telefoneó desde el Alakrana. "Me llamó muy quemado y lo vi todo muy negro. Me decía que le sacaran de allí, que estaba muy quemado", explica.

A diferencia de Gaizka Iturbe, Víctor prefiere no hablar demasiado de aquellos 47 días. "Es un tema tabú, casi no hablamos de ello, no recordamos anécdotas. Sólo queremos hacer una vida normal y cerrar página", indica Olga desde Bermeo.

Muchas heridas todavía no han cicatrizado y la mujer cree que se les "toreó" antes y después de la liberación. "El Gobierno no se comportó bien, algo hubo ahí. Los entresijos de ellos no los entiendo, pero dijeron barbaridades. Decían que todo estaba bien y luego todo salía mal. No se sabe lo que sufrimos". En este sentido, Olga lamenta que se hablara de la propiedad de las aguas en las que se encontraba el Alakrana: "Decían por activa y por pasiva que estaban en aguas de ellos; no hubo manera de hacerles entender que era mentira. Y aunque hubiera sido en la playa pescando están para defendernos a nosotros. Luego me castigarás, pero ¿tú a qué estás? Nos pusieron en entredicho desde el primer minuto. Tienen que estar para defender a todos los que están fuera del país. ¿Dónde estaba toda esa gente ilustrada para encontrar las coordenadas?". Pese a la indignación, la bermeotarra destaca el papel que desempeñó la ministra de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, Elena Espinosa. "Se portó muy bien", concluye.

SILVIA ALBÉS "No se habla del tema"

"Todavía no hemos cerrado las heridas. Siempre van a estar ahí, hay que curarlas con el día a día, con la rutina, con el cariño de la familia y de los amigos". Silvia Albés opina que el paso del tiempo permite ver "la magnitud real de los hechos". Pablo, su marido, formaba parte de la tripulación de marineros gallegos del Alakrana. Sigue siendo "cariñoso y trabajador", pero busca trabajo en tierra "por el miedo a volver", aunque, de momento, no vaya demasiado bien.

La mujer recuerda con pesar el día que pudo hablar con su marido por teléfono. "Fue muy dramático, se oía ruido de metralla de fondo, me decía que los iban a matar. Me dijo que habían bajado ya a tres del barco y que les estaban disparando. Yo le escuchaba hablar y no me lo podía creer, no me salían las palabras", confiesa.

En la casa de Silvia y Pablo "no se habla demasiado del tema, sólo en algunas ocasiones puntuales". Un día, Silvia estaba metiendo ropa en la lavadora y su marido le dijo que el pantalón que estaba en sus manos "lo cogió un pirata y luego se lo devolvió".

La gallega también recuerda con felicidad el día que volvió a ver a Pablo en las islas Seychelles. "Fue algo muy bonito; mientras llegaban a puerto, los barcos atracados se pusieron a tocar la bocina y ellos respondían a la llamada. Todos hacían ruido. Fue precioso", indica.

Con respecto a las medidas tomadas por el Gobierno, Silvia afirma que "empezó a actuar bien desde que hicimos la manifestación, en un principio no". La mujer destaca, asimismo, el papel que los medios de comunicación jugaron: "La prensa nos ha tratado muy bien a mí y al resto de mi familia. Sin la ayuda de los medios de comunicación no creo que los hubiéramos recuperado tan rápido. Fue un tema que, a diferencia del secuestro de los dos españoles en Mauritania, por ejemplo, se hizo mediáticamente muy popular".

ANTONIO COSTAS "Íbamos más temerosos"

Antonio Costas es el hermano de Pablo Costas, marido de Silvia Albés. Tuvo constancia del secuestro en Galicia, cuando preparaba las maletas, como los doce años anteriores, para relevar a los marineros del Alakrana. "Viví el secuestro de Pablo con incertidumbre y malestar", explicaba a este periódico el miércoles pasado, día en que volvió del Índico. "Me replanteé ir en el barco, como todos. Barajé la posibilidad de ir al Atlántico o al Pacífico, pero éste es un buen barco y estoy contento con la empresa", indicaba.

El ambiente ha cambiado a bordo después del secuestro del Alakrana, según Antonio. "La tensión se nota y más cuando, cuatro meses después, vinieron algunos que habían estado secuestrados. Se les notaba muy alerta y algunos estaban muy desanimados. Todos íbamos más temerosos".

El hermano de Pablo reconoce que su familia lo ha vivido "peor que en otras ocasiones", preguntando en todo momento cuál era la situación. "A la vuelta he encontrado a Luisa, mi mujer, más aliviada y haciendo más preguntas, como si tuvimos algún percance, pero hemos estado bastante tranquilos y con seguridad". De cualquier manera, Antonio lamenta que "a partir de ahora todos los barcos tendrán encontronazos alguna vez".

Un suplicio entre piratas

Atrás queda ahora el día 2 de octubre de 2009 cuando se conoció que el atunero vasco Alakrana había sido secuestrado por unos piratas en el Océano Índico mientras faenaba en aguas internacionales. A bordo iban 36 tripulantes, de los cuales siete eran vascos, uno andaluz y ocho gallegos.

Dos días después, dos de los piratas que participaron en el secuestro fueron detenidos por infantes de la fragata Canarias y trasladados a España por orden del entonces juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón. Esto genera una reacción por parte de los secuestradores, que condicionan el secuestro de los 36 rehenes a bordo a la liberación de sus dos compañeros.

Garzón ordena el ingreso en prisión de los dos piratas. Una semana más tarde, el magistrado Santiago Pedraz retoma el caso e indica que no se puede asegurar la mayoría de edad de uno de los piratas detenidos, Abdu Willy. Las pruebas médicas realizadas determinan al día siguiente que sí es mayor de edad.

Las concentraciones se suceden en Vigo y Bermeo, mientras otro pesquero vasco, el Iria Flavia, escapa de un intento de secuestro. Abdu Willy vuelve a prisión y los secuestradores amenazan con ejecutar a tres rehenes si no se libera a los dos detenidos.

La situación mejora, los tres marineros son llevados de nuevo al barco y la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, se hace cargo del comité que gestiona la crisis. Un mediador de los piratas asegura que la liberación puede producirse en unos días. El Gobierno paga un rescate de 2,68 millones de euros y el 17 de noviembre el Alakrana es liberado.

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