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PUNTO DE OBSERVACIÓN | OPINION
Columna
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Primarias frente a huelga

Soledad Gallego-Díaz

Solucionado el tema de los Presupuestos Generales del año próximo, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y el PSOE parecen bastante más preocupados por las primarias de los socialistas madrileños, que se celebran el 3 de octubre, que por la huelga del día 29, probablemente porque están convencidos de que lo primero puede acarrearles más consecuencias que lo segundo.

Nadie en el PSOE da la impresión de creer que la huelga vaya a desembocar en algo más que en una guerra de cifras, y eso en ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia o Sevilla. Dos días después, aseguran, todo seguirá como antes, sin que el Gobierno se vea forzado a cambiar su política, como ocurrió en 1988 (con la primera huelga general para exigir el aumento de políticas sociales) y en 2002 (cuando obligó al presidente José María Aznar a retirar el llamado "decretazo"). Otra cosa, un seguimiento realmente indiscutido o total de la huelga del día 29 sería realmente una sorpresa para los socialistas.

Los socialistas parecen más preocupados por las elecciones de su partido en Madrid que por el paro del día 29

El malestar de los sindicatos y de los trabajadores, creen, terminará teniendo más consecuencias "ideológicas" en las elecciones municipales y autonómicas de 2011 o en las generales de 2012, si es que, para entonces, el Gobierno no puede demostrar que la recuperación ha empezado y si el estado de ánimo de los españoles no ha dejado de ser tan pesimista como ahora.

Por el contrario, las primarias en el Partido Socialista de Madrid, que no tendrían por qué haber sido tan importantes, se han convertido en un auténtico e inmediato quebradero de cabeza porque Rodríguez Zapatero tuvo la ocurrencia de implicarse directamente a favor de un candidato. Teóricamente, la idea, razonable, de apoyar a Trinidad Jiménez surge de la posibilidad, señalada por las encuestas, de que esa candidata sea más capaz que Tomás Gómez de arrebatar la mayoría absoluta a Esperanza Aguirre (ni tan siquiera de ganar, ninguno de los dos).

La situación, cara a las municipales de 2011, es tan delicada y el PSOE corre tanto riesgo de perder en capitales tan significativas para ellos como Barcelona o Sevilla, que la posibilidad de arrancar la mayoría a Aguirre en Madrid se contempla casi como una "compensación razonable". Algo por lo que merece la pena correr riesgos. Al implicarse directamente el presidente del Gobierno, el riesgo ha subido varios grados y ya no solo para él mismo, sino para la ejecutiva de Ferraz (sede central del PSOE) y para los dos ministros más potentes del gabinete (Alfredo Pérez Rubalcaba y José Blanco), que se han lanzado a la pelea. Lo peor de esta situación, aseguran algunos dirigentes socialistas, es que ni Gómez ni Jiménez pueden ganar las primarias por enormes diferencias, lo que permitirá que se instale una cierta idea de división, muy aprovechable por el PP.

La sorda irritación que manifiestan algunos dirigentes socialistas se basa, fundamentalmente, en la falta de habilidad y coordinación que demuestra, con demasiada frecuencia, el Gobierno. La mala gestión del "caso Madrid" se une a otras muestras recientes de improvisación y descoordinación. Pocos entienden, por ejemplo, por qué el presidente del Gobierno no fue capaz de sortear "la trampa de Sarkozy" y se empeñó en defender su posición sobre la expulsión de los gitanos en Francia, cuando su propio grupo político había votado, por unanimidad, en el Parlamento Europeo por llevar el asunto a los tribunales de justicia de la UE. Si el Gobierno español necesita el apoyo de París en otros temas (ETA), como aseguran en La Moncloa, habría bastando con que Rodríguez Zapatero se hubiera expresado con menos énfasis, en lugar de provocar un rechazo tan profundo en ciertos sectores de la izquierda. Tampoco es fácil de entender que el presidente del Gobierno defienda tan justa y animosamente la creación de una tasa internacional sobre actividades financieras (FAT, es decir, "grasa" en sus maravillosas siglas inglesas) y que pocos días antes sus ministros se hubieran mostrado tan reacios al mismo asunto en la reunión del Ecofin.

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