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Columna
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La huelga de Job

Manuel Rivas

Es verdad que en la Biblia está todo, o casi todo. También las primeras piezas del policial de "serie negra". El libro de Job es desesperante, un relato donde "enloqueció la lógica", con un personaje, Dios, que por veces parece el temible jefe de policía de Poisonville, la ciudad corrupta de Cosecha roja. Sobre ese Dios que martiriza a Job no se hicieron pesquisas policiales pero sí acusaciones tremendas, que rastreo en un ensayo apasionante sobre el mal, del teólogo Andrés Torres Queiruga. En opinión de Carl G. Jung, "Job quedó a mejor altura moral que Yavé". Y Ernst Bloch también apunta bien alto: "Un hombre puede ser mejor, portarse mejor que su Dios". En conclusión, Dios también creó las tinieblas, la desgracia, y el mismísimo mal. De lo contrario, la creación sería una estafa. Y por eso hay que echarle una mano, protegerlo. El del libro de Job fue, desde luego, un autor honesto. Y luego vinieron Charles Chaplin y Dashiel Hammett. Estamos en 1929, el año del crash. Es el año de Tiempos modernos, la insuperable sátira del capitalismo depredador. Y es el año de Cosecha roja, la cumbre de la serie negra, registro de un presente pero también profecía de un peligroso futuro donde el poder se muestre como una forma seductora de la mafia. Personville, el escenario de la historia, se convierte en Poisonville (ciudad-veneno) cuando los adinerados contratan a los mafiosos para acabar con una huelga minera y con los sindicatos. Por supuesto, serán los mafiosos los que consigan dominar todo. La verdad es que no sé a qué viene este artículo ni por qué estos días me he acordado de Tiempos modernos y Cosecha roja. La gente, según las estadísticas, anda muy inquieta por una huelga que parece justa en sus reclamos y, en cambio, los electores reaccionan con indiferencia ante la gravísima trama de corrupción llamada Gürtel. ¡Qué tío, Job!

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