El Zaragoza, colista por su falta de gol
El Zaragoza aprieta a un insulso Hércules pero se topa con su mala puntería y las manoplas de Calatayud
De aquí para allá y vuelta a empezar. El Zaragoza y el Hércules se desgastaron en un sinfín de carreras, sobre todo sin la pelota entre los pies, y casi no atinaron a dar dos pases seguidos. Muchos topetazos -sangró del labio Lafita, Pamarot se abrió la ceja, a Fritzer se le hinchó el pómulo...- y un empate sin goles, sin apenas fútbol, por más que se sucedieran las ocasiones. Solo propuso el Zaragoza, con escaso pie pero generosidad en el despliegue, y cosechó lo mismo que el adversario porque cuando remata se le tuerce la bota.
Más allá de la homérica victoria sobre el Barça, el Hércules no ha destilado un fútbol sugerente en la competición. Lo suyo es perseguir a la pelota para rentabilizar la más inesperada ocasión. No varió su propuesta en La Romareda y la jugada no le salió rana del todo. Si bien Leo Franco escupió los dos únicos remates peligrosos, de Tote y Trezeguet, el Zaragoza se difuminó a la que enfocó el marco rival.
ZARAGOZA 0 - HÉRCULES 0
Zaragoza: Leo Franco; Diogo, Jarosik, Contini, Obradovic; Kevin Lacruz, Gabi; Lafita (Braulio, m. 87), Ander Herrera, Bertolo (Boutahar, m. 83); y Sinama (Marco Pérez, m. 76). No utilizados: Doblas; Edmilson, Lanzaro y Pinter.
Hércules: Calatayud; Cortés. Pamarot, Paz, Peña; Fritzer, Abel Aguilar; Rufete (Kiko, m. 72), Tote (Tiago, m. 65), Drenthe (Sendoa, m. 83); y Trezeguet. No utilizados: Velthuizen; Sarr, Cristian y Portillo.
Árbitro: Iglesias Villanueva. Amonestó a Obradovic, Paz, Lafita, Kevin Lacruz, Ander Herrera y Tiago.
Unos 12.000 espectadores en La Romareda. Se guardó un minuto de silencio por el cantautor, escritor y político José Antonio Labordeta.
Torpe en la construcción y nefasto en la resolución, el Zaragoza palidece a la que atrapa el cuero. No hay pases de entre líneas y tampoco juego por los costados, por lo que el recurso fue el pase en profundidad y a la punitiva carrera de Sinama. Delantero relampagueante, incisivo y sin puntería. Sin gol; más de lo mismo. Solo Lafita, que retó a Peña con sus requiebros, sacó un centro envenenado al segundo palo. Bertolo se cobró la posición y puso la cabeza para enviar el balón a la manopla de Calatayud y, por extensión, al palo. Resultó el guardameta el mejor, que desbarató un remate ajustado de Sinama. El guante de Calatayud, de nuevo, como repelente. Y cuando no respondió el meta, apareció el poste, que expulsó un misil kilométrico de Jarosik.
Bajó los brazos al final el Zaragoza, y el Hércules se dio por satisfecho, por más que Trezeguet mirara al suelo, símbolo de la desesperación. Está acostumbrado a pelear por su cuenta pero poco habituado a recibir un solo balón en condiciones en todo el partido. Lo falló. Ni siquiera Drenthe, que reclama protagonismo con los aspavientos y no con el balón, dinamitó el duelo. Ni Marco Pérez, que dispuso y perdió un mano a mano con Calatayud a última hora. No era día de florituras. Ni de goles. Ni de nada.
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