Friedrich von Hohenzollern, cabeza de la dinastía alemana
El príncipe Friedrich Wilhelm von Hohenzollern fue durante 45 años el cabeza de la casa Hohenzollern-Sigmaringen. Son los primos católicos y suabos de la dinastía que se ciñó la corona imperial alemana entre 1871 y 1918. Con un solar común en la Jura de Suabia, Hohenzollern es uno de los apellidos más conspicuos de la enrevesada historia del segundo milenio en Alemania, en sus Estados y en sus Imperios: sus dos ramas principales han dado condes, príncipes, reyes de Prusia (protestantes) y de Rumania (católicos), además de los tres emperadores del llamado Segundo Reich alemán. Desde que la república de Weimar abolió definitivamente los privilegios legales de la nobleza, sus cabezas de familia se han dedicado a la administración empresarial de sus patrimonios. Así fue el caso de Friedrich Wilhelm, nacido en 1924 en el palacio familiar de Umkirch, junto a la capital badense Friburgo.
Dirigía un consorcio de empresas que genera 600 millones al año
Friedrich Wilhelm Ferdinand Josef Maria Manuel Georg Meinrad Fidelis Benedikt Michael Hubert Fürst von Hohenzollern accedió a la jefatura familiar en 1965. Había asumido la dirección del consorcio empresarial de los Hohenzollern-Sigmaringen en 1950. Estudió ciencias económicas en la Universidad de Friburgo y en la de Ginebra, en Suiza. Hoy, el grupo empresarial emplea a 3.200 personas y obtiene un volumen de negocio de 600 millones de euros anuales. La complicada estructura de empresas y filiales se articula en cinco ramas: inmobiliaria, turismo, explotación forestal de los latifundios familiares e inversiones en compañías diversas. La acería familiar Zollern tiene 2.800 empleados. La familia conserva la mitad de la compañía metalúrgica fundada hace 300 años de las forjas de los Hohenzollern. Aseguran que es la empresa familiar más antigua del Estado federado de Baden-Württemberg.
Está en Baden-Württemberg el grueso de sus posesiones. A orillas del Danubio, el estupendo palacio familiar domina la localidad de Sigmaringen. Su armería se precia de contener la mayor colección privada de Europa, con 3.000 piezas. El príncipe y su familia tuvieron que abandonarlo en 1944 por orden de la Gestapo: Hitler había decidido requisarlo para alojar en él al Gobierno de su cómplice francés, el mariscal Philippe Pétain. El colaboracionista Ferdinand Céline inmortalizó el exilio y el asalto aliado a Sigmaringen en su novela De un castillo a otro. Sesenta kilómetros al sur de la capital de Baden-Württemberg Stuttgart se alza el mamotreto neogótico del castillo Hohenzollern, solar de las principales ramas (católica una y protestante la otra) de la familia.
Friedrich Wilhelm von Hohenzollern era católico practicante. Tuvo tres hijos con la princesa Margarita de Leiningen, a la que conoció en 1950 durante una peregrinación a Roma. Hace años que el mayor de ellos, Karl Friedrich, dirige de hecho las empresas familiares. Es conocido por su afición al saxofón, que toca en clubes al frente de su banda Charly and the Jivemates. Heredó a los 58 años el control de la familia tras la muerte de su padre, el jueves pasado en su casa de campo cercana a Sigmaringen.
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