Demagogia y alacrán
Un amigo me aconsejó esta semana que no escribiera de política. Para eso uno tiene que estar preparado. La política es un tema pegajoso, como la demagogia.
En España la demagogia es como el Pisuerga y debería tratarse en las farmacias. Debería haber médicos especializados en demagogia.
Tú podrías ir a la consulta del médico y decirle:
-Doctor, me ha entrado un ataque de demagogia. ¿Qué debo hacer?
El doctor puede preguntar por los síntomas. Entonces podrías decirle síntomas parecidos a los que ves por ahí. Por ejemplo, los síntomas de Esperanza Aguirre. Ella nota que en el aire hay una atmósfera sangrienta en torno a los sindicatos, y entonces aprovecha que el Pisuerga pasa por Valladolid: lanza una medida para liberar de sus puestos a los liberados sindicales y espera a que los suyos le aplaudan. Cuando se produce el primer aplauso, ella insiste, y se siente tan bien con su propuesta y con su adrenalina de demagogia que mete en el baile a Paris Hilton. Luego dirán los periódicos que lanzó un tema. Ella creerá que es así como se hacen las cosas y cuando venga otra vez el Pisuerga crecido se montará en la lancha y lanzará otro grito. La demagogia es barata. En realidad, es lo más barato que se despacha en política.
Eso es un ataque de demagogia: alzar la voz cuando conviene, cuando te están escuchando los tuyos y tú estás seguro de ganar la puesta. Cuando manejas argumentos que, utilizados en el momento oportuno, es decir, oportunista, esas argucias te dan votos o aplausos. Esperanza Aguirre es especialista en este producto. Recuérdese a este respecto la rapidez con la que vio que el Pisuerga pasaba por Valladolid cuando el profesor Neira salió entubado del hospital. Le puso un entorchado con el que el hombre luego trastabilló un poco. Con eso, la presidenta dio rienda suelta a su ataque de demagogia; que luego Neira le sale rana, pues lo lanza al Pisuerga. Y sigue ganando.
Ahora Mariano Rajoy, que tiende a ser menos demagógico que el resto de su equipo, ha tenido su propio ataque de demagogia, y ha ido a soltarlo a Melilla. Se le calmará, le dirá el doctor, cuando Cameron (o su oponente) vaya a Gibraltar y a él le parezca fatal que no se guarden las formas ni las fórmulas en esto de las demagogias patrióticas.
En fin. Mi amigo me pidió que no escribiera de política. La política es como el alacrán del chiste. Ahí está, subida al lomo, picando, como la demagogia. Ah, dejé ahí suelta esa frase: "Hay una atmósfera sangrienta alrededor". La decía Severo Sarduy, el inmenso poeta cubano, cuando notaba que todo se teñía de terrible en su entorno. Ahora pasa entre nosotros. Cuidado, que para estas manchas tampoco sirven los doctores que no saben curar la enfermedad de la demagogia.
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