La chispa de Nibali y el tesón de Ezequiel en tierras de Federico
El gallego pierde 12s en Toledo y afronta la Bola del Mundo a 50s del siciliano
En Toledo, en tierras de Federico, Ezequiel Mosquera, que es escalador, perdió 12s en una cuesta frenética ante Vincenzo Nibali, que también es escalador, pero más vivo y bastante más rápido. Casi tan vivo como Federico, como Bahamontes, que tiene ya 82 años y sigue tieso y despierto, la mirada de un chavalín curioso y atrevido, el ojo siempre alegre ante la belleza femenina, dando saltos por el podio y por la Vuelta.
La mirada de Nibali es más apagada y a veces engaña si no se repara en la chispa, o en su descaro, lo que es muy difícil, de todas maneras. A los 20 añitos se presentó en la concentración del Fassa Bortolo e intentó pasarse de listo ante los compañeros más veteranos, disputando los entrenamientos como si fueran clásicas, atreviéndose a arrancarle a Dario Frigo, en la cima de su genio, nada menos, en un repecho tras irle chupando rueda. Le esprintó, le ganó, le deprimió y se llevó unas cuantas collejas morales a partir de ahí, lo que no privó de atrevimiento al siciliano, como demostró simplemente el año siguiente levantándoles con frialdad y astucia el GP de Plouay a veteranos como Flecha, Popovich y Mori. Cuestión de autoestima, él y Federico, claro.
Las diferencias entre ambos en lo que va de carrera nunca han superado los 33s
Cuando tenía 20 años, Ezequiel Mosquera -a quien su director, Pino, que se reclama su antecedente, le levanta la autoestima insultándole, criticándole en los medios, como Mínguez en sus tiempos, ganando la Vuelta del 86, por ejemplo, hacía con él- aún estaba aprendiendo a montar en bicicleta. Con casi 35, diez más que el tiburón de Messina, está aprendiendo a ganar la Vuelta, la carrera en la que se resume su año, su vida casi. Aletargado hasta agosto, hasta que suena el gong de la Vuelta a Burgos, el mes anterior al comienzo de la Vuelta hace crecer su potencial exponencialmente, y explota. Quinto en su debut, hace tres años, cuarto en 2008, quinto en 2009, ahora marcha segundo y puede terminar hoy primero a condición de que en la Bola del Mundo, tres kilómetros verticales de cemento en Navacerrada, recupere los 50s que le saca Nibali.
Las diferencias entre ambos en las etapas de lo que va de Vuelta han sido como pequeñas gotas de agua, nunca superiores a los 33s. Veinte segundos sacó Mosquera a Nibali en Pal, el día en que Nibali pecó de soberbia, 19s en Cotobello, el peor día de Nibali, y 11s en Lagos; el siciliano explosivo, capaz de manejar a mayor velocidad desarrollos más ligeros -Mosquera, que conoce la subida a la Bola incluirá en su panoplia un piñón de 27 dientes, un por si acaso que no piensa usar, mientras que Nibali, que sabe lo que sabe por lo que le han contado, y no le importa, pondrá un 29- aparte de haberle aventajado en las contrarreloj y mínimamente en las llegadas de repecho, le sacó 33s en Xorret y 12s, más de lo que perdió en Lagos, en el sprint de ayer, un final de Mundial, por la inclinación de la calle toledana, que obligaba a poner un 15, y por la forma en que se lanzó, con Po-zzato, otro aspirante al arcoíris tras el impresionante belga Gilbert, que puso en fila a todos y provocó cortes dolorosos en el pelotón. Nibali, atento y bien colocado, ayudado por Bennati, aguantó el tirón; Mosquera, ya descolocado desde lejos, desde que Luis León sembrara el pánico y, sobre todo, desde que un pinchazo de Fränk le cortara el ritmo, comenzó la recta final ya sin aire. Más que el tiempo el efecto de los 12s es moral: más autoestima para Nibali, que anda sobrado, más dudas para Ezequiel, que también podría regalar unas cuantas.
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