Carlos Núñez, hasta completar aforo
La policía tuvo que abrir las puertas al público que protestaba desde fuera
Ni el Xacobeo, ni la Consellería de Cultura, ni el propio interesado, Carlos Núñez, ofrecieron ayer explicación alguna sobre lo ocurrido el sábado noche en la Praza do Obradoiro. Pretendía ser uno de los actos estrella del año santo compostelano, pero la organización deslució el recital de Núñez, el grupo irlandés The Chieftains y la Orquesta Sinfónica. Cultura copió el modelo del concierto de la MTV con Arcade Fire de la semana anterior, pero pronto se desmostró que el Obradoiro -copado por un escenario que se comió media plaza- no es el Monte do Gozo.
El aforo se quedó pequeño y la decisión del Xacobeo -de no repartir entradas o invitaciones, sino la vieja fórmula de que pasa el primero que llegue- devino en caos. Cientos de personas que se quedaron a las puertas se convirtieron en parte del recital con sus coros que pedían dimisiones a la organización. Así transcurrieron los primeros 20 minutos de recital. El "sueño" del gaiteiro más internacional se vio empañado por los gritos de "¡organización dimisión!" que corearon durante esos primeros minutos los espectadores que no lograron entrar. Dentro, entre la gente hacinada -quienes siguieron el concierto sentados no llegaban ni a la mitad de quienes lo tenían que hacer de pie- y las riñas de quienes se negaba a perder detalle de cuanto acontecía sobre el escenario, lucía una veintena de sillas vacías. La rabia alcanzó su punto culminante a las 20:30, hora de inicio del recital, y fue así como Núñez tuvo que salir al escenario entre gritos de "¡fuera, fuera!"
El vigués no daba crédito. En un primer momento de incertidumbre confundió las quejas con proclamas políticas contra el Gobierno."Los políticos van pasando, pero la música siempre quedará".
"Vengo de una familia comunista, mi abuelo tuvo que exiliarse", intentó excusarse Núñez, convencido de que el malestar iba contra la Xunta. No funcionó. Los berridos ensuciaron aun más un par de temas sin que sirviese de nada la llamada del músico al entendimiento: "Este concierto es un trabajo en equipo desde hace más de un año".
Un par de temas más tarde, una nota de sus colaboradores aclaró a Núñez que el problema tenía que ver con la organización. "El concierto se podrá ver dentro de dos horas por televisión", improvisó como excusa.
Los devaneos del músico durarían poco más. Igual que habían empezado, las quejas se fueron diluyendo en cuanto la policía abrió las puertas del recinto "como mal menor", y el jaleo dio paso a un concierto vibrante que mereció la presencia del arpa de Tina Marshall, la percusión de Suso Núñez o la presencia de David Brophy al frente de la Sinfónica.
Brilló también Paddy Moloney, con la flauta y la gaita irlandesa, en Amanecer; y el propio Núñez, que quiso regalar al público joyas como una versión de En las montañas de la locura, de Andrés Gaos, la conocida Mar adentro, y hasta temas que ha grabado para dibujos animados japoneses, o una "dificilísima" versión compuesta por Pablo Sarasate de la Muiñeira de Monterrei. El público, los de las sillas y quienes entraron después, acabó de pie acompañando una danza tradicional de Irlanda.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.