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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

¿Por qué mueren tantos trabajadores?

No hay semana que no nos levantemos con la desgraciada noticia de la muerte de algún trabajador por accidente laboral. El año pasado fueron, según datos de los sindicatos mayoritarios, 826 personas las que dejaron su vida en el puesto de trabajo. Este año las cifras no varían mucho.

Lo más preocupante de este asunto, además de la pérdida de seres humanos, es la mentalidad que se va instalando en la opinión pública de que el accidente laboral es algo inevitable y consustancial al hecho de acudir al trabajo cada día. ¿Cabe mayor disparate y aberración?

La visión puramente técnica y racional a la que nos están acostumbrando los expertos ignora, o no valora, un elemento que está por encima de todos los motivos concretos con los que nos abruman a la hora de explicarnos este luctuoso hecho. Me estoy refiriendo a la precariedad laboral, con una clara tendencia a empeorar después de las últimas decisiones del Gobierno socialista.

El poder desmesurado que se le está dando al empresario en el ámbito laboral está generando un territorio, que por cierto es donde pasamos la mayor parte de nuestro tiempo, donde la democracia simplemente no existe. Existe un dueño que impone su ley y un súbdito que o bien acata dicha ley o se va a la calle.

Las muertes laborales no son un designio ciego del destino ni tampoco son un producto de la temeridad del trabajador, en todo caso lo son del miedo a quedarse en la más absoluta indigencia y de esa falta de democracia en las empresas. Unas muertes que solo experimentarán un auténtico retroceso cuando las relaciones de poder en la empresa se equilibren de alguna manera, de tal forma que el trabajador pueda hacer valer sus derechos sin el temor a perder su trabajo. Es decir, cuando la democracia cruce ese ámbito inexpugnable hasta ahora, donde la vida de un trabajador está en peligro en nombre de la sacrosanta eficiencia de una cuenta de resultados.

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