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Los montajes en lugares escondidos triunfan en la Fira de Tàrrega

El festival se propone como un laboratorio escénico

Ni obras en salas de teatro ni espectáculos en calles y plazas. Lo que más triunfa en la edición número 30 de la Fira de Tàrrega son montajes extremos ubicados en lugares atípicos, como una fábrica abandonada, una rotonda en el corazón de la carretera N-2, o una masía escondida en Talladell, pueblo vecino de Tàrrega. Y con muy poco público permitido por cada representación. La mezcla funciona; los visitantes se pelean por conseguir una de las escasas entradas puestas a la venta para cada pase. Aunque implique una caminata bajo un sol de justicia, cargar las maletas de los actores en una furgoneta, disfrazarte con un abrigo de los años cincuenta tres tallas más grande, o abrirte paso entre matorrales con una bicicleta sin frenos.

Una fábrica abandonada, una rotonda y una masía sirven de escenario

La apuesta es clara: "Que la gente diga: esto sólo puede verse en Tàrrega", dice Jordi Colomines, director creativo del Festival. Era uno de sus empeños cuando tomó la dirección en 2007 y ha sido una constante que ha crecido.

Hay en sus palabras un afán por diferenciarse de otras muestras de artes escénicas en la calle y de imprimir sello propio. Pero es, además, una apuesta clara que combina objetivos diversos: dar alas a los creadores que durante el año experimentan en las residencias creativas que ofrece la Fira, abrir una puerta al nuevo teatro extranjero y buscar lugares que descentralicen el festival.

¿Un ejemplo? La antigua factoría de Cal Trepat, y, sobre todo, la casa destartalada de sus antiguos propietarios es ahora sede del espectáculo Habitaculum, de la compañía catalana Kamchatka. Los vecinos aseguran que desde hace 50 años, cuando se cerró, las instalaciones no habían sido tan famosas. Sólo se permiten cinco personas en cada pase, por lo que se hacen continuas representaciones, que seguirán durante hoy. La aventura empieza en un camino rural. Un guía señala la entrada: un pequeño agujero entre una alambrada de hierros en el que accedes tras pasar por un cercado de arena. "Déjate llevar", comenta. Y ya está. Dentro, recuerdos de posguerra gracias a 14 actores que acompañan a los visitantes por las habitaciones de la estancia. Hay una playa de arena improvisada, una bañera de nenúfares, un salón para tomar el té, o ventilador aireando porexpan. Pero sobre todo, fluye la imaginación de unos personajes mudos, recién llegados a la población, que muestran su intimidad y sus experiencias para que el espectador las palpe de primera mano. Todo entre maletas, ropa de la década de 1950, una bicicleta -cuidado, sin frenos-, o una furgoneta por la que correr por un sendero de piedra.

"Lo que importa es la búsqueda de nuevas formas de expresión teatral. En el laboratorio de ideas que es la Fira de Tàrrega cabe de todo y para todos, aunque la propuesta sea desconcertante", dice el director escénico de esta cita con las artes escénicas en la calle. Como cuando cae la noche en una rotonda de la carretera N-2, se alza un recinto de madera para albergar Broeders, montaje creado por el director Jetse Batelaan. Lo interpretan los holandeses Ro Theatre. Hay gradas, mesas blancas, gravilla, platos estrellados contra la pared, crisis de ansiedad, silencio, llantos y muchas caídas. Cada vez que un actor con bata blanca dejar de agarrar de la mano a un ejecutivo, este se cae al suelo, desmayado. "Ahora qué hace otra vez tirada entre las piedras", dice entre risas una abuela señalando con el bastón a una actriz. "Pero quiere usted callar", le replica desde la primera fila un profesional. Y, mientras, otros espectadores marchan dando un portazo a dos metros de los intérpretes. Pero también hay entre el público programadores y vecinos de la población, que concentran toda su atención en los movimientos de los protagonistas, esperando que descubran el secreto de la trama. ¿Y si no la hay o no se entiende? Al acabar la representación los actores ofrecen una copa y explican el enigma. "Es una metáfora, nos pasamos la vida necesitando el apoyo de otras personas, como en este recinto-manicomio con doctores que pueden ser también ángeles; pero lo importante es indagar en la soledad", explican los actores. Gustará o no, pero es nueva dramaturgia que solo puede verse aquí, y como máximo en Aviñón; hay que descubrir cosas diferentes, aunque no estén en la agenda para ser compradas por programadores, ésta es la filosofía del festival.

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Otros corren mejor suerte. Como El Pont Flotant con Exercicis de Amor. Una masía de Talladell, previo viaje conjunto en bus, es el lugar indicado para cocinar una paella entre deseos y experiencias compartidas. Y el público es invitado a formar parte de la celebración, que se trasladará en diciembre a la sala Becket.

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