"Si el cine se me da mal, volveré a ser camarero"
Paciencia, la verdad, es algo que no le falta a Alberto Ammann. Tampoco pierde la esperanza con facilidad. ¡Ha empezado tantas veces de cero! Ya se lo venía advirtiendo a su novia desde hace tiempo: "Tranquila, que algo bueno tiene que pasar". Y tanto que pasó. Empezó en 2009 y se remató en 2010. A su estreno en el cine con Celda 211, el éxito cinematográfico del año, con el que consiguió el Goya al mejor actor revelación por su papel del funcionario novel atrapado en un motín carcelario, le ha seguido su primer papel protagonista con Lope, una gran producción sobre el poeta español del Siglo de Oro que se estrenó el pasado viernes día 3. A partir de ahora le espera un proyecto internacional y películas en Chile y Argentina. Pero Ammann no es un tipo que se dé a sí mismo facilidades. Todo lo contrario. Asegura, frente a una tortilla de espaguetis -un sobrio y delicioso plato napolitano, cortesía de la casa-, que todavía no da nada por rematado. "Si se me da mal volveré a ejercer de camarero". "Me permite ejercer de anfitrión, atender a la gente, algo que me gusta. Tiene algo de ceremonial que me atrae".
El Goya al actor revelación por 'Celda 211' llegó a España con 2.500 euros
Ammann, nacido en Córdoba (Argentina) en 1978, ha elegido el lugar para la cena por los buenos recuerdos que le trae. Aquí ha celebrado sus éxitos con amigos y además le gusta la comida italiana que tan buenos recuerdos le trae de su país natal. Está cuidando el peso, aunque poca falta le hace, y no se atreve con la pasta por la noche, así que se decide por una carne a la brasa, pero sin rechazar la pizza que le ofrecen y alguna copita de vino tinto.
Vivió de niño en Canarias y ya en la veintena, en un momento complicado en Argentina y "cansado de tanto lío", se decidió a volver a España a buscar raíces y algo de suerte. Llegó con 2.500 euros en el bolsillo, los ahorros familiares, y con la intención de continuar sus estudios de interpretación. Se convirtió, después de tantos años, en todo un excelente camarero y un aplicado alumno de Juan Carlos Corazza. Trabajó en Santa Pola (Alicante), en la cafetería Picasso, donde hizo grandes amigos y aprendió lo que es un café bombón, y en bares de Madrid. Siempre bastante necesitado y a punto de la desesperación. "Nunca busqué representante, mi única prioridad era formarme". Hasta que llegó Celda 211 y todo cambió. Pudo pedir un crédito de 7.000 euros y pagar todas sus deudas.
Si en algo ha cambiado Ammann en estos dos años es en que es más cariñoso consigo. "Llevo dentro un juez severo que no se conforma nunca con nada. Siempre me estoy poniendo pegas, de manera casi enfermiza. Ahora lucho por lograr que la autocrítica se convierta en algo constructivo y no me destruya. Siento que me quiero algo más que antes".
Se deleita con un postre que le han hecho especial para él, tatin de dulce de leche, y se tira definitivamente por la pendiente de algo que le apasiona: su banda de música y los documentales de denuncia. La verdad sobre el sida, el poder de los laboratorios farmacéuticos... Va recomendando títulos y defendiendo con ardor realidades e ideas mientras se fuma el último cigarro. "Con mi música soy más generoso y menos despiadado".
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