Chispas de azar

Hoy ya casi nadie duda de que la imagen es el resultado de distorsiones específicas y muy significativas que hacen que su relación con la realidad sea problemática. La exposición Antifotoperiodismo va mucho más lejos, o por decirlo en términos bartheanos, va más allá de la muerte de la madre. Descubre y articula lo que excede a la representación, hace retrospectivamente real la manipulación de las prácticas construidas por el fotoperiodismo, y libera dichas imágenes de su uso como drama sentimentalizado dentro de las nuevas esferas y escenarios donde confluyen medios, retórica y estrategia social.

Los comisarios de la muestra han reunido algunos ejemplos que evidencian cómo la fotografía es capaz de consumir el mundo de lo visible como materia prima propia, constituyéndose como ideología y herramienta por los grandes aparatos culturales y políticos. Con sus trabajos, la veintena de fotógrafos y activistas seleccionados demuestran que el "antifotoperiodismo" puede tener una autonomía relativa como práctica artística siempre y cuando sea capaz de desenmascarar las estrategias de construcción y ocultación de la realidad que a menudo han caracterizado el fotoperiodismo. Paul Lowe, Renzo Martens, Phil Collins, Oliver Chanarin, Adam Broomberg o Gilles Peres se cuestionan de forma audaz e imaginativa qué puede hacer un fotógrafo en medio de una zona de conflicto bélico, o cómo las imágenes pueden servir como prueba para llevar ante la justicia a los criminales.

Autoras como Ariella Azoulay y Susan Meiselas reúnen colecciones de imágenes del Kurdistán y Palestina, respectivamente, a la manera de un álbum familiar que reconstruye la memoria de una nación que se resiste a desaparecer. Las últimas tecnologías han servido también para documentar las manifestaciones y revueltas de la población civil en Teherán (Sohrab Mohebbi) o la atroz deforestación en los bosques de Indonesia y Brasil (Laura Kurgan). Las imágenes tomadas en 1968 por Paul Fusco desde un tren, documento excepcional del duelo de la población norteamericana durante el funeral de Robert Kennedy, son hoy un clásico del fotoperiodismo, y encuentran una maravillosa convergencia en los consejos que Walter Benjamin vertió en su Pequeña historia de la fotografía (1931): "A pesar de la habilidad del fotógrafo y por muy calculada que esté la actitud de su modelo, el espectador se siente irresistiblemente forzado a buscar en tal fotografía la chispita minúscula de azar, de aquí y ahora, con la que la realidad ha chamuscado su carácter de imagen, a encontrar el lugar inaparente de ese segundo que pasó hace mucho tiempo, donde todavía hoy anida el futuro y tan elocuentemente que, mirando hacia atrás, podemos descubrirlo".