Traiciones del 'mea culpa'
No deja de ser llamativo que una de las principales aportaciones del autor de La noche de los girondinos en su faceta de historiador fuera la introducción del término ego-documento para referirse a los textos que expresan opiniones o vivencias personales y que, por lo tanto, deberían ser tratados con extrema cautela por parte de los académicos. Es probable que este celo por la objetividad le llevara a abordar el que fuera quizá el capítulo más importante de su vida, la invasión nazi de Holanda y la deportación y posterior asesinato de su esposa en el campo de Sobibor (Polonia), desde un enfoque literario cuya subjetividad le permitiera explorar aquellos aspectos del Holocausto que la Historia no alcanza a explicar. Para ponerse en el pellejo de uno de los muchos compatriotas que engrosaron las filas del SO (Servicio de Orden o Policía Judía), Jacob se transforma en Jacques, un narrador laico e instruido que ejerce como profesor en ese mismo Liceo Judío donde Presser tuvo que enseñar antes de buscar refugio. Así pues, Jacques encarna al infeliz en que Jacob se habría convertido si hubiera firmado ese pacto con el diablo que lleva al protagonista a ocupar el puesto de ayudante del supervisor de Westerbork, el campo holandés desde el que salían los trenes hacia los centros de extermino. Este desdoblamiento le permite emprender un análisis de conciencia colectivo para tratar de entender el proceso de degradación moral que llevó a algunas víctimas a convertirse en verdugos. La narración actúa como una suerte de mea culpa que pretende arrojar algo de luz sobre una de las cuestiones éticas más complejas y espeluznantes de aquel genocidio: el hecho de que ciertos judíos -antisemitas o cobardes o sencillamente cínicos- hicieran de la necesidad vicio y vendieran el alma a los nazis. Y con un agravante añadido: traicionar a propios y ajenos no les salvaría de la estrella amarilla ni de lo que esta insignia suponía. Y dado que el acto de contricción es un ejercicio de ficción y no el testimonio real de un arrepentido, es de apreciar la sobriedad que demostró Presser al omitir episodios macabros o truculentos. Para recrear tanto horror apenas le basta con la figura del tren semanal hacia "allí" (Auschwitz), símbolo apocalíptico tan angustioso y profundo que acaba dando un nuevo sentido a palabras como culpa, vergüenza o miedo. -
La noche de los girondinos
Jacob Presser
Traducción de Roberto Mansberger Amorós
Barril & Barral. Barcelona, 2010
196 páginas. 18 euros
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