El nivel del país
Comentando la situación política Damián Villalaín afirma, mientras tomamos una Coca Cola: "Las elecciones las ganará el partido que sustituya a su candidato, sea este Rajoy o Zapatero". Es una idea que hay que considerar, y seguro que Feijóo lo hace en sus tardes de solaz, y más aún en aquellas en las que trabaja, si puede llamársele de esta manera a lo que hace. Los periódicos aseguran que ya es él el primogénito que se sienta a la vera del Padre, que se llama Mariano, como en una película de Berlanga o de Cuerda. Si el registrador de la propiedad es defenestrado Feijóo será el heredero, y recibirá lo que en el derecho consuetudinario gallego se llamaba la millora. Feijóo tiene fama de killer sin remilgos, pero sabrá fumar una pipa de kif mientras espera.
El tono está muy marcado por esa prensa a la que gusta tanto sustituir la política por los sucesos
La afirmación de Damián es una de las tantas que se pueden hacer en una terraza de verano. Cuando ya refresca la noche, el que más, el que menos, se atreve a hacer sus cábalas acerca de lo que ocurrirá en invierno, cuando el sol del estío que este año tanto se prodigó por las playas de la mar atlántica sea ya sólo un recuerdo. Es un deporte muy entretenido para la afición. Comentar las jugadas es una suerte de ajedrez que ayuda a ejercitar la mente. Al fondo, se escucha en el televisor, como por azar, a la siempre ñoña Doris Day con su cantinela "Que será, será.. Whatever wil be, will be".
En otra conversación, dando un paseo por Pontedeume, Fermín Bouza, siempre animoso, armado de sus potentes argumentos sociológicos, de su diaria mirada al rostro estadístico de España, me recomienda que no de por sentado que el PP va a ganar las próximas elecciones generales. Están más abiertas de lo que sugieren los periódicos, sostiene, y remata: "Todo depende de la política de comunicación, muy mala en ambos partidos, y de que la gente vea que vamos saliendo de la crisis. En los temas directamente políticos de la agenda, el PP siempre sale perdiendo. El BNG, por su parte, también tendrá que cambiar cosas".
Como en una pesadilla, uno llega a imaginarse a Feijóo de candidato a presidente del Gobierno central y a Alfonso Rueda de lo mismo en la Xunta. En ese caso, las venerables canas de Pepe Blanco -no hay candidato o presidente que no aumente su autoridad con un porcentaje de vistoso pelo blanco- parece que tendrían que competir por el Gobierno de España o bien por el de Galicia. Todo esto son, claro, ensoñaciones de (dos) noches de verano, hechas cuando la crisis parece aminorar -llegan buenas noticias de Alemania, que es quien nos compra cosas en mayor medida-, los mercados dan un respiro y los incendios asolan Galicia, como lo hacen todos los veranos en los que la lluvia no hace su aparición para protegernos.
Este año los incendios han causado dos muertes de bomberos en Fornelos de Montes. El Gobierno gallego y la prensa afecta -permítaseme este adjetivo atávico- han sugerido que la responsabilidad era de terceros. Han intentando cargarle la cosa a un señor al que los jueces han librado inmediatamente por falta de pruebas, no antes de que buena parte de los medios hayan difundido su imagen urbi et orbi como presunto culpable. Veríamos lo que harían si se tratase de un notario o un empresario flameante. Además, la idea de las rencillas rurales cae muy bien dentro de los prejuicios del señoritismo de ciudad difundidos por el Señor de la Voz. Mejor eso que preguntarse a quién beneficia la quema de los montes, o por qué nuestra sociedad los ha abandonado a velocidad de vértigo, como alma que lleva el diablo.
No hay nada que hacer si la discusión desciende a un nivel ínfimo. Aquí lleva haciéndose eso desde la intemerata. Una parte de la prensa considera a sus propios lectores una pandilla de simples, en el sentido bíblico (vulgo, una masa de tontos). Pero un país sólo tiene un cierto futuro si posee prensa inteligente. Caso contrario es mejor bajar la persiana y cerrar el tenderete. No hay ni qué decir que la libertad de prensa es una gran cosa sobre todo si se usa. Al otro lado de la barrera es conveniente encontrar una masa crítica de lectores a los que sea difícil darles el pego.
Lo cierto, sin embargo, es que el tono del país está en este momento muy marcado por esa prensa a la que gusta tanto sustituir la política por los sucesos, sobre todo si los que gobiernan son los mismos que le pagan para no molestar. Sucede desde tiempos inmemoriales y sin que haya visos de que alguien pretenda cambiarlo. Pero como las cosas son como son, y el capitalismo existe, y por tanto también la libertad de mercado, al final algunos de esos medios acabaran pagándolo: la respiración asistida sólo es eficaz si el organismo aprende más tarde a hacerlo por si mismo, y sin ayuda. En fin, para tranquilidad y alivio de los bien estantes, una cierta atonía inducida se extiende por las páginas rosas y amarillas con las que se entretiene y divierte al público inocente, especialmente en agosto.
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