Érase una vez... Dubrovnik
Es tan perfecta que parece de cuento. Un chapuzón en las playas nudistas de Lokrum, un paseo por las murallas medievales y una copa frente al Adriático. Despedida del verano en la ciudad croata
"¿Dónde está el palacio de la Cenicienta?", se preguntará más de un chaval, y algún que otro adulto, nada más cruzar el puente levadizo de la ciudad antigua de Dubrovnik. El brillo perfecto de los suelos de mármol, las murallas medievales y la belleza de la ciudad croata tienen un toque irreal. Tanto que recuerda a la corte de una princesa Disney a orillas del Mediterráneo. Nadie diría que hace casi 20 años la ciudad fue asediada, quemada y bombardeada. Los recuerdos de la guerra de los Balcanes han sucumbido bajo los rayos del sol y, verano tras verano, miles de personas siguen el consejo de Bernard Shaw: "El que quiera ver el paraíso en la Tierra tiene que venir a Dubrovnik". El Nobel irlandés no avisó de una cosa: un día en la perla del Adriático engancha.
9.00 No hace falta bañador
El estío es el momento de Dubrovnik, y el casco antiguo, patrimonio mundial de la Unesco desde 1979, es la plaza del pueblo donde hay casi las mismas probabilidades de cruzarte con Eva Longoria que con el vecino del tercero. Para eludir la multitud, lo mejor es arrancar el día en Smuuti Bar (1) (Palmoticeva, 5) -o el sitio de los batidos- y, tras un café, escaparse al Adriático. Cada media hora, un barco conecta la ciudad con Lokrum (2) (36 kunas, aproximadamente 5 euros). Un trasiego de 15 minutos y aparece esta pequeña isla, paraíso nudista. Desde que el disoluto Eduardo VIII, rey de Inglaterra durante 12 meses, decidiera dejar de lado las apreturas del bañador en 1936 en una isla croata, no hay lugar en la región en el que no exista un espacio para liberarse. Cipreses, playas rocosas y una maldición: se dice que quien duerme en Lokrum no vuelve a tierra firme. No es un aviso en vano, sobre todo teniendo cerca la isla de Mljet (3) (a hora y media de Dubrovnik; barcos cada mañana a las 7.20). Relata La Odisea que en este verde lugar, el primer parque natural del Adriático (www.np-mljet.hr ), Ulises sucumbió a los encantos de la ninfa Calypso durante siete años.
12.00 Siga el cartel de 'drinks'
Roto el hechizo de las islas, llega el momento de los adoquines. Nada más cruzar la Puerta de Pile (4), la principal entrada de la ciudad, aparece la Fuente de Onofrio (5), que desde 1438 abastecía de agua a Dubrovnik. Al final del reluciente mármol de la Placa o Stradum (6), la calle principal que ha sido cruzada por venecianos, turcos o Napoleón, se erige la Torre del Reloj (7). Marca la hora en románico y en digital, mientras a su derecha asiste impasible al paso del tiempo la Columna de Orlando (8), lugar desde el que se anunciaban las nuevas al pueblo. Un poco más al fondo, la iglesia de San Blas (9) (plaza Luza; entrada en horario de misa) cierra la plaza. Fue construida en 1715 para sustituir al templo anterior que se hundió tras un terremoto. Para recuperarse del recorrido hay que ir hacia la barroca catedral de la Asunción de la Virgen (10). Y siguiendo los carteles donde pone drinks (bebidas) como si del conejo blanco de Alicia se tratara, llegar al Café Buza (11) (agujero en croata). Toda ciudad tiene un antro con este nombre que en Dubrovnik son dos y es sinónimo de terraza perfecta. Tejadillo de paja, sillas de metal con unos cojines y un mar calmado de fondo.
13.00 Gazpacho balcánico
En la costa dálmata el sol aprieta y, aunque no pegue nada, para refrescarse lo mejor es un gazpacho. En Dubrovnik lo hacen, por ejemplo, en Nishta (12) (www.nishtarestaurant.com) . Muy cerca -en una ciudad de 50.000 habitantes concentrada en su casco antiguo, el término lejos es casi inexistente- se esconde War Photo Limited (13) (Antuninska, 6; de 9.00 a 21.00; unos 4 euros; www.warphotoltd.com ), una exposición ineludible de imágenes de guerra. En sus paredes se puede leer el sobrecogedor relato fotográfico que muestra el enfrentamiento balcánico por la escisión de la antigua Yugoslavia, forjada por Tito. Las lecciones de la guerra continúan en el magnífico Palacio Sponza (14) (plaza Luza; de 10.00 a 22.00; 2 euros), un edificio donde se mezclan el renacimiento con el gótico y que alberga una habitación homenaje a los defensores de Dubrovnik y los archivos del Estado.
15.00 Ciento once bombas
En Dubrovnik, a cada paso hay algo interesante que ver con, por lo menos, dos o tres siglos de antigüedad. Para no perderse entre tanto monumento, el museo Visia 5D (15) (de 9.00 a 22.00; 10 euros) resume en poco más de media hora la historia de la ciudad desde que se llamaba Ragusa. Luego se pueden visitar cada uno de los lugares históricos con la ayuda de un mapa que se puede descargar para el móvil en la oficina de turismo (junto a la Puerta de Pile; de 8.00 a 20.00; www.tzdubrovnik.hr ).
Caminar por las murallas (16) (de 9.00 a 19.30; 7 euros) es espectacular. Se disfruta de la vista de calles, casitas y de fuertes que sirvieron para defender Dubrovnik de las incursiones en época medieval. Durante otro ataque, el bombardeo de 1991, sobre estas imponentes estructuras, construidas entre los siglos XIII y XVI, cayeron 111 bombas. Pero en todo el recorrido no queda ni un cascote de recuerdo. Cuando finalizó la guerra, en 1995, un equipo internacional de mamposteros restituyó este emblema de la ciudad piedra a piedra.
18.00 Picigin para abrir boca
Tras recorrer el casco antiguo toca picigin. Este deporte, el más popular del verano, se juega en la orilla de la playa, con el agua por las rodillas. Consiste en mantener una pelota en el aire a manazos. Los croatas son adictos, y en Dubrovnik se puede echar un partido en la playa de Banje (17). Jugar con una pelotita en la playa puede sonar a broma, pero tras unas cuantas partidas llega el agotamiento. Para relajarse, una inmersión en el mundo creativo de Alberto Giacometti. El Dubrovnik Art Museum (18) (de martes a domingo, de 10.00 a 20.00; www.ugdubrovnik.hr/e/ugd.htm ; entrada gratuita) exhibe una muestra con esculturas y grabados del artista suizo. Y para recuperarse del todo se puede comer en el Atlas Club Nautica (19) (www.esculap-teo.hr ; unos 40 euros por persona). Un lugar perfecto y caro. Especializado en pescados y con vistas a los fuertes de Bokar y Lovrijenac, es el mejor restaurante de la ciudad. Otra opción recomendable y más barata es Dundo Maroje (Kovacka; cena para dos, desde 35 euros).
21.00 Tributo a Sinatra
El Festival de Verano de Dubrovnik acaba de terminar, pero hay otros planes veraniegos. Un buen lugar donde tomarse una copa es Troubadour Hard Jazz Café (20) (Buniceva Poljana, 2). Parece un local más con su terracita, pero en este espacio se organizan jam sessions espontáneas, y cualquier noche Nick Bresco, dueño del bar y jazzero de primera, puede ponerse a interpretar algunos de los temas de su disco, editado por él mismo, Tribute to Sinatra. Y para tomar la última, el sitio es Latino Fuego 21 (www.dubrovniknightclub.com ). Lo que ocurre en la pista de esta discoteca trasciende a todo el país. Está fuera del casco antiguo, donde todo se hace más real. Normal que esté murallas afuera, no es un sitio apto para Blancanieves modernas.
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