Zarzuela en clave cotidiana
La compañía Innova Lyrica, una 'tercera vía' del género, presenta en el Teatro de Madrid 'El tambor de granaderos' y 'Agua, azucarillos y aguardiente'
Se ha reivindicado mucho en las últimas décadas la dignificación de la zarzuela con grandes cantantes y aparatosos montajes, con el peligro que lleva consigo de convertir un género de resonancias populares, con sus códigos propios, en una imitación de la ópera. Se ha perdido de vista con bastante frecuencia el lado espontáneo de las compañías de aficionados que, con pocos recursos y mucha entrega, mantenían la llama del género lírico español por antonomasia.
Los grandes cantantes, en general, no han caído en la tentación de hacer zarzuelas en vivo, decantándose cuando han podido por la ópera, y su aportación a la zarzuela se ha limitado a las grabaciones discográficas.
Una compañía como Innova Lyrica supone, en cierto modo, una tercera vía en el panorama de la zarzuela hoy, situándose en un término medio que participa de la ilusión juvenil y amateur por un lado, pero que también presenta un acabado en sus propuestas de hechuras profesionales. Los músicos de la orquesta son muy jóvenes, los cantantes en su mayoría también. Han presentado este verano dos dobletes Chueca-Chapí en el Teatro de Madrid. En él actualmente en cartel consiguen una más que estimable representación de esa obra maestra absoluta que es Agua, azucarillos y aguardiente, de Federico Chueca, y recuperan un sainete famoso por su preludio pero poco programado como es El tambor de granaderos, de Ruperto Chapí. Después de las semanas asociadas al campo y playa -por lo del verano- este espectáculo es una invitación a la normalidad ciudadana desde el sosiego.
El espectáculo desprende espontaneidad y buenas maneras
Es un acierto la combinación de Chueca y Chapí. Con La revoltosa del primer programa salió beneficiado el segundo. Con Agua, azucarillos y aguardiente la balanza se inclina del lado de Chueca. Ya la primera escena es de una limpieza teatral admirable, con ese balcón en primer plano donde dialogan la madre de sentido común, la hija idealista y el casero inevitablemente pragmático, con el añadido escenográfico de la jaula de un pájaro, unas flores decorativas y el nombre de la calle en un lateral.
El primer coro es admirable, como lo es más adelante el de las barquilleras. Toda la música de Chueca desprende fantasía, gracia y un admirable sentido del diálogo con el lenguaje hablado y los sobreentendidos. El casticismo madrileño sale catapultado desde la nostalgia y en los juegos vitales de la condición humana sugeridos por el libretista Miguel Ramos Carrión se lucen como cantantes y actores María Ayuso, Pilar Belaval o Javier Peña, entre otros. No hay desequilibrios, en cualquier caso, en un reparto vocal donde destaca la labor de equipo. La joven orquesta dirigida por José Ignacio Ormeño suena bien instrumento a instrumento y se integra estilísticamente con lo que está sucediendo en la escena. Con unos y otros, la zarzuela en un acto de Chueca transmite una sensación de frescura, de vitalidad
A nivel global, El tambor de granaderos obtiene una prestación más irregular, tal vez por la necesidad de forzar en exceso la faceta cómica o el tono de opereta. Resulta, cómo decirlo, menos natural, pero siempre desde una realización con mucho mérito. La segunda mitad del sainete está más conseguida, al centrarse exclusivamente en la parodia y el equívoco. La orquesta se luce cuando tiene ocasión de ello y el coro se defiende con naturalidad.
El espectáculo en su conjunto desprende espontaneidad y buenas maneras. No es la zarzuela un territorio donde la retórica se encuentre a sus anchas. Al contrario. La sencillez del tratamiento es elogiable. El público disfrutó de lo lindo. Los del barrio del Pilar incluso más, pues tienen un descuento adicional de cuatro euros en las entradas por estar el teatro donde está. Está visto que los teatros hacen lo que sea por fidelizar a sus espectadores más probables. No está mal la medida. Aunque, ya se sabe, una pareja que venía de lejos se quejó de que a ellos no les alcanzase la posibilidad de la rebaja con el sacrificio de su desplazamiento. Una vez más, se comprueba que nunca llueve a gusto de todos.
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