Claudio Abbado deja sin palabras
La Orquesta del Festival de Lucerna ejecuta una gran 'Novena' de Mahler
De nuevo se repite la historia en Lucerna y Abbado vuelve a marcar las diferencias con sus lecturas mahlerianas. Ocurre desde 2003. Con la base de la Mahler Chamber Orchestra, reforzada por un plantel de primeras figuras de la interpretación que acudieron a solidarizarse afectiva y musicalmente con el maestro en un momento delicado de su existencia, se creó la Orquesta del Festival de Lucerna, heredera en cierto modo de la Swiss Festival Orchestra, cuya vida artística se había extinguido una década antes.
La orquesta original se había planteado para favorecer un proceso de normalización cultural y democrática desde un país neutral, después de los estragos de la II Guerra Mundial. Toscanini encendió la mecha. La orquesta actual se formó en una postura de solidaridad con las circunstancias personales de Abbado. Es, claro, mucho más que una orquesta, algo que se percibe en la entrega, en la manera de tocar, en la actitud vital.
Ahí siguen desde el comienzo los Kolja Blacher, Alois Posch, Natalia Gutnam, Sabine Meyer, Wolfram Christ y tantos otros conviviendo con unos jóvenes predestinados al relevo. De ellos sobresale el español Lucas Macias, primer oboe de la orquesta del Concergebouw de Ámsterdam, pero la presencia española se amplía actualmente con Julia Gallego, Francisco Varoch, Ana Puig, Josep Puchades y José Vicente Castello. Todos ellos contribuyeron a una Novena de Mahler absolutamente excepcional, de una intensidad que conducía inevitablemente al escalofrío. Sin ironías, sin sarcasmos, de una complejidad y de una modernidad asombrosas.
El adagio final, ese majestuoso movimiento de despedida a la manera de Mahler, encontró en Abbado una lectura en los límites de lo sobrenatural, con una exploración de las sonoridades y las atmósferas llevada al límite. Después de la última nota, Abbado y sus músicos se quedaron inmóviles durante tres minutos y el público les siguió en esa reinvención del silencio, antes de estallar, puesto en pie, en aclamaciones interminables y en un bombardeo de rosas de todos los colores desde los pisos por encima del escenario.
Ya son ocho las sinfonías de Mahler dirigidas en Lucerna por Abbado en estas circunstancias: las siete primeras y la Novena. En los últimos años la orquesta ha alargado su residencia de verano a orillas del Lago de los Cuatro Cantones y se ha desplazado a Roma, Tokio, Pekín, Nueva York y Viena. En los próximos meses es el turno de Madrid -17 y 18 de octubre, abriendo la temporada de Ibermúsica- y París -20 de octubre- con la Novena de Mahler.
De momento Abbado y sus músicos han dejado a Lucerna totalmente conmocionada.
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