Pirómanos de la política
Un dirigente del Partido Popular ha ido a Melilla a incendiar, sea esa o no su intención, las relaciones entre Marruecos y España. Dos países que se necesitan mutuamente (lucha contra el islamismo, intereses pesqueros, relaciones culturales, vecindad...) tienen cauces de solución a los problemas mutuos sin necesidad de que nadie se apunte a pirómano.
Es lógico y comprensible que existan en Marruecos personas que consideran las ciudades de Ceuta y Melilla irredentas. Es lógico también que España defienda su soberanía sobre esas ciudades porque han sido españolas durante siglos y la mayor parte de la población, la cultura, etcétera, son españolas.
De la mutua comprensión de estas dos posiciones tiene que nacer la solución de un problema que, por otra parte, será pasajero, pues no está Marruecos para aventuras que no sean mejorar las condiciones sociales de su población y mejorar un régimen como el suyo, tan deficitario en democracia.
Mi simpatía para con la población marroquí; mi rechazo a los pirómanos, quizá involuntarios.
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