_
_
_
_
_
Crítica:FERIA DE MÁLAGA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La historia del bocadillo y el refresco

Antonio Lorca

Mientras Manuel Jesús El Cid iniciaba los primeros compases de muleta ante el cuarto de la tarde, el caballero paseaba con despaciosidad por el callejón con las manos ocupadas. La sospecha se confirmó en cuanto tuvo la delicadeza de dirigir su mirada hacia el torero vestido de luces. En la izquierda, un bocadillo envuelto en papel de plata; en la mano derecha, una lata de refresco: un bocado y un trago; sin prisas, masticando con parsimonia la buena chacina. El caballero vestía de negro, a la antigua usanza, con un babero blanco y un gorro con plumero que cubría su cabeza. Era, señoras y señores, uno de los alguacilillos de esta plaza de primera categoría, llamada la Malagueta.

ORTEGA / EL CID, EL FANDI, LUQUE

Tres toros de Gerardo Ortega, muy justos de presentación, mansos y sosos; y los tres últimos de Parladé, justos, blandos y descastados.

El Cid: media estocada (ovación); dos pinchazos y media (silencio).

El Fandi: estocada (ovación); estocada (oreja).

Daniel Luque: estocada (silencio); media baja (silencio).

Curro Robles, de la cuadrilla de El Cid, recibió una cornada en el muslo izquierdo de carácter grave.

Plaza de la Malagueta. 19 de agosto. Sexta corrida de feria. Casi lleno.

El Cid no es que esté atravesando un mal momento, su momento es pésimo

Había que frotarse los ojos y pellizcarse la piel para no soñar con una imagen irreal. Pero era verdad: el alguacilillo se estaba comiendo un bocadillo junto al burladero mismo de la autoridad.

Se puede pensar que el asunto no tiene mayor importancia. Y no la tiene. A nadie hacía daño el señor saciando su apetito. Pero como imagen es patética; el representante de la autoridad debe estar atento a los lances de la lidia y no ocupado en los avatares de las migas del bollo y las gotas de refresco que amenazan con derramarse por la comisura de los labios. Pues, créanlo, la historial es real.

Sirva esta sencilla anécdota del bocadillo y el refresco como reflejo de un asunto de mayor gravedad: a la fiesta se le ha perdido el respeto. Una corrida de toros es una liturgia, un rito, una secuencia dramática, de vida, de muerte, de fracaso y de gloria. ¿Cómo se puede comer uno un bocadillo en medio de escenificación tan sublime?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Pero es que a esta fiesta no la conoce ya ni el que la fundó. Sale un toro tras otro, con caras de bueyes, con hechuras de cochinos, con comportamientos de búfalos... Pero búfalos sin sangre en las venas, sin fortaleza, noqueados, lisiados, adormecidos. El tercero se desplomó, medio muerto, en la arena y la cuadrilla protagonizó el muy lamentable espectáculo de tirarle del rabo. Otros que faltan el respeto. ¿Acaso no lo falta el que compra estos toros y el que los cría? Los de ayer, una pasarela de animaluchos amuermados, imposibles para el toreo de hoy y de siempre. La falta de la casta del toro actual es una de las grandes faltas de respeto a la esencia misma de la tauromaquia. Pero los toreros están contentos con este material y se anuncian una y otra tarde con esta mercancía de desecho.

Falta el respeto la autoridad que aprueba la corrida, a sabiendas de que es ganado impropio para plaza de categoría suprema. Falta el respeto un público indocumentado que pide las orejas ante faenas carentes de peso y de poso.

¿Y los toreros? Ay, las figuras de hoy... Dónde está el sentido de la dignidad, de la torería, de la grandeza que se le supone a quien tiene el honor de vestirse de luces.

Por cierto, por lo visto ayer, El Cid no es que esté atravesando un mal momento; su momento, al menos el de ayer, es pésimo. El cuarto le lesionó una mano en el tercio final, y el torero sólo pudo limitarse a matarlo, pero la imagen ofrecida en el primero es muy preocupante. Vaya por delante, por si a alguien le asalta la menor duda, de que este señor es un maestro consumado, que goza de una admiración ganada con el sudor de su frente, pero ayer, lo que se dice ayer, se mostró como un aprendiz nervioso, encorsetado, acelerado, despegado y desconfiado, a años luz de ese torero clásico, poderoso y temperamental que acostumbra. El Fandi puso a toro pasado, pero muy pasado, cinco de los seis pares que clavó. Más que una muleta parecía portar una ametralladora que disparaba pases a cientos por minuto entre la indiferencia general. Algunos pedían música para sobrellevar el mal rato. Eso ocurría en el segundo; con más genio apareció en el quinto, más acelerado aún, y el público, por fin, se divirtió. Y Luque lanceó con pinturería a la verónica en el tercero, y se estrelló contra las adversas circunstancias de su lote.

¡Que aproveche, señor del bocadillo y el refresco...! ¡Qué bochorno! ¡Qué pena de fiesta de los toros a la que ya parece no respetar nadie! Y mañana, más.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_