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Reportaje:Ocio y estética al caer el sol

Obras de arte con nocturnidad y alevosía

Los principales museos madrileños abren de noche para acabar los días de verano buscando el fresco y la belleza

Pablo de Llano Neira

Para todos los que pasan los injustos días de agosto en Madrid resguardados del calor y del sopor de la ciudad en sus casas o en sus oficinas, como avestruces con su cabecita escondida en un hoyo, los museos de la capital proponen un final de jornada que refresca el cuerpo y saca la mente de la molicie, ampliando sus horarios hasta después del ocaso.

Unos lo hacen con filantropía, sin cobrar, como el Sorolla y el Reina Sofía; otros se estiran menos y no dejan de facturar, como el Prado y el Thyssen. Dicho esto, que no es poco para el que aprecia sus euros tanto o más que su educación estética, cada museo tiene su particular combinado artístico-nocturno, sus épocas y autores para contemplar, sus terrazas y jardines para reposar.

El jardín de Sorolla es buen lugar para despedirse del calor con algo de brisa
Una opción en el Reina Sofía: tomar una copa y ver Nueva York en fotos

- Una velada en casa de don Joaquín Sorolla. Dada la pulsión mayoritaria del madrileño por pasar el verano en un apartamento de la costa mediterránea y sofreírse en sus playas, el Museo Sorolla puede ser un digno placebo para quienes echen en falta su porción de sol y arena del Levante.

La pintura del valenciano Joaquín Sorolla (1863-1923) pone el ambiente: niños jugando en la playa, bonitas calas, nadadores, un caballo que sale de un baño en el mar... Y sobre todo la luz del Mediterráneo, que el pintor supo encerrar en gotas de óleo que todavía brillan en los salones de su casa-museo de Madrid. El público solo tiene que poner su mirada y quizás, por dar más realismo a la situación, el atuendo veraniego, como la decena de personas que se paseaba por allí el jueves pasado con ligeros vestidos de tela, bañadores y chanclas.

En el museo hace algo de calor, especialmente en el salón de la casa de los Sorolla, en la planta baja, con una gran cristalera cerrada que aumenta la temperatura. "No podemos abrirla porque entrarían hojas y palomas", explica una empleada. "No obstante, imagino que él tendría las ventanas abiertas". Esta pequeña desventaja se compensa con el jardín. El artista lo diseñó con estilos andaluces e italianos y dirigió su plantación. Hoy es una oportunidad para empezar la noche buscando brisa entre naranjos, acacias, moreras y setos de madera de boj. "Ahora, tampoco se traigan la tartera", avisa un vigilante.

- Olas negras en el Prado. Como de costumbre, el Museo del Prado cierra su colección permanente a las ocho de la tarde, pero deja abierta la exposición temporal Turner y los maestros hasta las diez. Joseph Mallord William Turner (1775-1851), un nombre para cuadrarse, hijo de un barbero y de una señora que acabó sus días en un manicomio, fue un gran paisajista inglés. La llave de sus cuadros era la luz, igual que en los de Sorolla, pero es una luz sombría en la mayoría de sus obras. La estética claustrofóbica de Turner casa bien con el silencio de las salas del Prado, aún mayor de noche, cuando solo quedan adultos discretos que se comportan como feligreses en una iglesia.

En la muestra se comparan cuadros de paisajes de Turner y de artistas anteriores en los que se inspiró, como Rembrandt y Rubens. La exposición es larga, así que vale la pena ir con tiempo para no encontrarse a mitad de camino con esta frase pulcra e irrevocable: "Hola, buenas noches, les informamos de que en ocho minutos se desaloja" y perderse algunas de las tempestades marinas o siniestras avalanchas de nieve pintadas por el inglés.

- Aristocracia, sosiego. El guardián de las joyas artísticas del Quattrocento florentino se llama José Vega. Tiene 18 años, es peruano y vigila al público sentado en una butaca mientras oye música de radio en sus cascos. Reconoce que no sabe del asunto, pero acepta con cortesía hacer una síntesis modesta de la exposición Ghirlandaio y el Renacimiento en Florencia: "Pues hay cosas que llaman la atención, como un manuscrito forrado de oro por el lomo, unos broches y unos pendientes que creo... Creo que son de algún conde".

Esta muestra centrada en el retrato en la Florencia del siglo XV, con la obra de Domenico Ghirlandaio como núcleo y la aportación de piezas de Sandro Botticelli o Piero del Pollaiuolo, es la única que se puede ver de noche en el Museo Thyssen-Bornemisza. Sobra el sosiego para entretenerse analizando los perfiles hieráticos de las damas del Renacimiento o las joyas y perifollos de los nobles florentinos, véase: Cajita de esponsales con los escudos de armas de las familias Tornabuoni y Degli Albizzi. "Oh, esto es un esplendor", dice una anciana sentada en un banco, mirando a su alrededor los óleos de la exposición.

Al arrobo renacentista se le puede sumar una cena en el restaurante del mirador del museo, que abre hasta la una de la mañana. El broche a la noche aristocrática ronda los 60 euros por persona. La alternativa es el bar de la planta baja.

- Ocaso en Manhattan. Agosto es un mes en el que algunos turistas españoles caen en la peligrosa tentación de visitar Nueva York, ciudad cuyas calles hierven en verano a una temperatura tan desagradable como la de la propia capital de España. Acaso sea mejor guardarse el viaje para una estación más suave y limitar la relación con la Gran Manzana a una visita a la exposición Manhattan, uso mixto, hasta el 27 de septiembre en el Reina Sofía. Este museo abre sus muestras temporales los sábados hasta las once de la noche; la colección permanente cierra a las nueve, como siempre.

Dos horas son suficientes para ver la estupenda exposición de Nueva York, compuesta sobre todo por fotografías de artistas que trabajaron en la ciudad durante los setenta y captaron el proceso de decrepitud de su ribera industrial y de los barrios viejos de la zona baja de la isla.

Un conjunto de imágenes con el que se pueden conocer aspectos objetivos, como la arquitectura baja neoyorquina, y subjetivos, como la meada de un perro sobre la nieve americana, detalle del artista Gabriel Orozco, o la experiencia de una persona que intenta sobrevivir en la jungla inmobiliaria de Nueva York. Dice Glenn Ligon en una pieza, hablando de uno de los pisos por los que desfiló: "Me quedé allí seis meses; me fui cuando se derrumbó el techo de un cuarto de baño por una inundación (sin respuesta del casero), y un día llegué a casa y encontré helicópteros de la DEA [servicio antidroga de EE UU] que escoltaban a traficantes fuera del edificio".

Así que Nueva York sin salir de Madrid y, tal vez, una copa en el museo. Hasta las once de la noche hay una barra en el jardín de Sabatini y está abierto el restaurante del edificio de Nouvel.

Museo Sorolla. Calle del General Martínez Campos, 37. Horario ampliado hasta las 23.30 todos los jueves hasta el 16 de septiembre, con la proyección de la película Cartas de Sorolla a las nueve de la noche. Gratis. Museo del Prado. Paseo del Prado, s/n. Horario ampliado hasta las 22.00 de martes a sábado hasta el final de agosto. Entrada general: 10 euros. Museo Thyssen. Paseo del Prado, 8. Horario ampliado hasta las 23.00 de martes a sábado hasta el 11 de septiembre. Entrada general: 8 euros. Museo Reina Sofía. Calle de Santa Isabel, 52. Horario ampliado hasta las 23.00 todos los sábados de agosto y septiembre. Gratis.

Arriba, dos visitantes del museo Sorolla en su jardín exterior.
Arriba, dos visitantes del museo Sorolla en su jardín exterior.SANTI BURGOS

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