_
_
_
_
Crónica:rutas paralelas
Crónica
Texto informativo con interpretación

El cabaré del sexo jotero

Elsa Fernández-Santos

Existe una cosa que se llama strip jotero y que consiste en una pareja desnuda que baila una jota. También están dos divas de la ópera que rivalizan a golpe de pechuga o un número con un hula hoop. El Cabaré del Plata, en Zaragoza, que desde hace más de dos años y bajo la dirección artística del cineasta Bigas Luna se proclama como el cabaré ibérico de España, ha renovado su oferta de verano. Una terraza instalada en un solar, a la espalda del viejo club, es estos días un lugar para beber y comer mientras los artistas del cabaré ofrecen una versión edulcorada de su espectáculo. Niños, jubilados, parejas, pandillas... En el patio del Plata se insinúa lo que horas después se destapa dentro del local. La diferencia, en realidad, solo radica en pocos centímetros de tela, porque el resto, el sexo entendido como una broma exagerada, está igual de presente al aire libre que bajo este templo de la picardía erótica que nació en los años veinte para morir décadas después y renacer ahora de sus cenizas.

Visita a la sala de fiestas ambientada por Bigas Luna, un templo de la picardía erótica

Dos señoras pintadas como puertas se toman una cerveza y lo explican: "Venimos mucho porque el espectáculo nos gusta. Para ir a cualquier terraza, mejor estamos en esta. Somos amas de casa y ya hemos tenido bastante cuidando a los hijos y los maridos. Ahora nos toca a nosotras". Todas las tardes también para por allí una anciana a la que los trabajadores del Plata llaman "abuela". "Viene cada tarde con su hija, en verano y también en invierno. Muchas noches la acompaña a casa alguno de nosotros. Le hemos tomado cariño. Su hija tiene problemas de salud y a la mujer le gusta estar aquí con ella", cuenta Carlos Requena, gerente del local. La abuela se llama Josefina Anchía Loscos, tiene 79 años, y asegura que fue pianista del viejo Plata y que allí se reencuentra con su pasado para recordarlo. "En mis tiempos, esta era mi casa, este lugar es parte de mí. Yo iba con Fernando Esteso de gira, cantaba jotas y bailaba. Pero uno tiene desgracias y ya no quiere saber nada. Así que ahora yo solo veo, oigo y callo".

Ver, oír y callar no es mala filosofía en el Plata. Trabajan 55 personas, de las que una veintena son artistas. Carlos Blanco es un profesor de danza convertido en maestro de ceremonias ("en un momento en el que la transgresión es algo tan difícil aquí se cuestionan muchas ideas preconcebidas. Este local fue un lugar lleno de represiones y, menos en el erotismo, ha perdido todas aquellas huellas"); Inmaculada Chopo es Fátima Fahima, experta en el sable y la danza del vientre. Una maña -"que todos confunden con una rusa"-, ex campeona de España de gimnasia rítmica. Desde hace 10 años perfecciona la técnica del vientre y es firme defensora de que la danza oriental está pensada para que la vean y la disfruten las mujeres. Vicky Tafalla es "la gordita", una voz preciosa y un cuerpo que rebosa. "Gusta ver una mujer contenta con su cuerpo y que no le importa enseñarlo. Aquí vienen muchas mujeres, y muchas son mayores, porque se identifican con lo que fueron o con lo que les hubiera gustado ser".

Las profesionales en el desnudo son, entre otras, Mariana Rita Cadillac (una argentina morena con cierto aire a Shakira); Anita Dinamita, que actúa con su marido, Lewis (venezolano que en los descansos repasa sus apuntes para ser controlador aéreo, porque ese "cuerpo se caerá algún día"), y Sandy -o Erika-, una espectacular brasileña que por las mañanas conduce una ambulancia y por las tardes se dedica al cabaré. "Me metí en el mundo de las despedidas de solteros para sacar un dinero extra. Soy madre soltera, mi hijo tiene 13 años". Sandy ha llegado a trabajar en siete despedidas por noche, "pero la crisis ha afectado mucho a las strippers. Yo aprendí día a día, por orgullo y necesidad. Me gusta que me miren y para mí llegar al Plata es llegar a lo más alto".

También están Nacho Patines o Greta, La fotógrafa, pero el humor es cosa de Carla, el transformista que representa Juan Carlos Arcusa, que no tuvo suerte con una tienda de decoración pero que aquí logra hacer reír a casi todos con sus pellizcos verbales. Él es además el que canta coplas en este espectáculo donde la ensalada de referencias oscila entre El manisero y Carmen Miranda, Sofía Loren y el jamón, el music hall y el flamenco o las castañuelas y las gaitas. Porque si las chicas triunfan con sus acrobacias eróticas, a ellos les basta con ponerse una falda escocesa y saltar para que los vítores estén garantizados.

El espíritu del Plata se concentra en su minúsculo escenario, que se antoja una joya en su estilo, con sus columnas de espejos y su telón, como no, rojo. Enterrada en el barrio del Tubo, al final de un camino casi premonitorio que empieza con una tienda de vestidos de novias, sigue con un bingo, pasa por una tienda de regalos que se llama Dime Que Me Querrás y acaba a las puertas de este local donde es fácil imaginarse su pasado lleno de frustraciones, militares y humo. Pero los tiempos cambian y hoy un grupo de chicas se toma una ensalada (no se cobra entrada, sino solo la consumición, ¡y es barata!) mientras charlan y se ríen con un espectáculo en el que la sexualidad, con un poco de suerte, les indicará el camino de la alegría.

Cartel de El Cabaré del Plata. Abajo, un aspecto del local en su época anterior.
Cartel de El Cabaré del Plata. Abajo, un aspecto del local en su época anterior.

Amor y nostalgia

- La nueva vida del Plata se debe a un matrimonio de empresarios dedicados a la farmacia y las cervezas que pasaron allí sus mejores años. Cuando el local se puso en venta, decidieron comprar el edificio entero con la idea de recuperar aquel lugar que les había deparado momentos de tanta felicidad. Fue la mujer la que más empeño puso en reconstruir el local y devolverlo a la vida. Habló con Bigas Luna y puso en marcha un proyecto que le ha devuelto el escenario de sus mejores años.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_