Líder del PPP
Para mandataria, servidora. Yo no prometo nada. Primero cumplo, y luego ya veremos. No valgo para oposición. Para eso no me pongo. Siempre digo que sí. Después, el poder viene solo. Lo mío es la estrategia del Polvo Preventivo Programado. Si me presentara a las elecciones, barría seguro. Pero por ahora solo ejerzo en privado. Soy una mujer de mi casa.
Está demostrado: tú le aplicas el PPP a tu pareja y lo tienes más suave que un guante. Te baña a los niños. Te baja la basura. Te regala flores. Besa por donde pisas. Tú tienes que poner todo de tus partes, sí. Pero compensa. Precisamente esta noche tengo acto de campaña. Ya toca. En esto no hay reglas fijas. Es como las medicinas: depende de la edad, el peso y, sobre todo, el tiempo pasado desde la última toma. Pero tú lo notas. Una caída de ojos. Una subida de cejas. Un dejarse caer. A plomo. Los guionistas de teleseries lo llaman tensión sexual no resuelta. Yo lo llamo ponte las pilas, bonita.
Admitámoslo, después de 10 años de matrimonio, el horno no está siempre para bollos. El otro ya no te pone como antes, pero todo es ponerse. Una líder tiene sus recursos. Mente abierta. Y manga ancha. La chispa salta donde menos te lo esperas. Estábamos el otro día con los críos pasando tres carros por la caja del Carrefour Playa y se me apareció la solución al veraneo delante de mi vista. Una torre de anillos vibradores en oferta. Se ve que no tienen salida, con la cantidad de salidos que hay sueltos. Y es que al final los estrechos son ellos.
Pues no va el mío y me dice que no quiere introducir cuerpos extraños en nuestra relación. Lo que pasa es que estaba celoso de un aro de silicona con batería de litio y 20 minutos de autonomía. Hasta que lo anillé yo en un descuido. Oye, mano de santo. Ahora el que se calza las pilas es él. Los 20 minutos empiezan a contar desde que acuestas a los críos, pero sus buenos 10 sí que dura. Hemos pasado un julio de escándalo. Él batiéndose el cobre. Yo, sin dar un palo al agua. Eso es un anillo de casados y no el que me regaló mi suegra.
Se lo contaba ayer a mi íntima Maite de vuelta al curro. Estábamos en un burguer pijo lleno de treintañeros de gafas de pasta y cuarentones de traje y corbata. Puro público objetivo. A nuestro alrededor se mascaba el silencio. En esas, me suena un mensaje en modo muy alto. El buitre anillado: "Esta noche no te escapas, loba". El tipo de la mesa de al lado casi se atraganta con el Mac Flurry. Al salir nos dio un repaso calibrando nuestras hechuras y sus posibilidades. Se fue con el rabo entre las piernas. A ese no le han echado un PPP en su vida. Pero ahí había un simpatizante, fijo.
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