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Entrevista:ÁNGEL PAVLOVSKY / Actor

"Creo en el derecho a disparatar"

Belén Hernández

"Son perfectas pero chapuceras". Así define Ángel Pavlovsky (Rivera, Argentina, 1936) a las hadas, los nuevos personajes a los que humaniza en la obra de teatro Ángelhada, que del 6 al 29 de agosto estará en la Sala Pequeña del Teatro Español. Pavlovsky ha acompañado a Ángel en estos 50 años de profesión y le ha granjeado la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes del Ministerio de Cultura. Optimista y meditador, asegura que hay que vivir la vida "como hoy", y que hacerlo con fe es mejor, "ya sea en el vudú, la virgen o en las hadas".

Pregunta. Mañana, estreno de Angelhada. ¿Qué va a encontrar el público de nuevo en esta obra?

Respuesta. El público reconocerá mi espíritu creativo. Procuro con cada espectáculo arriesgar más, dar un paso más. A diferencia del anterior, que era una obra muy reflexiva, esta vez he tirado por el disparate disparate. Ya de por sí es bastante loco vestirse de hada, aunque nunca lo hubiera hecho como las de Walt Disney. Si a un espectador le llega y le gusta, significa que tiene muy a flor de piel ese niño que ha sido o que podría llegar a ser un hada.

"Nunca hago balance de mi carrera porque no soy un nostálgico"
"Pavlovsky, a diferencia de Ángel, está obligada a ser brillante"

P. ¿Su personaje representa el hada madrina de Ángel?

R. Ella no es hada madrina de nadie. Está dispuesta a hacer milagros pero no se puede ganar la vida como tal. Esta hada es autónoma; hay miles como ella, y muchas están en el paro.

P. ¿Cómo es el lenguaje de las dos hadas de la obra?

R. El lenguaje es muy tierno, muy dulce. Siempre hago los guiones para divertir, comunicar, entretener o para provocar, pero en este me atreví con la poesía, a pesar de que jamás las publicaría. Pero el hada puede hacerlo. La obra es un disparate total, porque creo en el derecho a disparatar. Debería estar recogido en los derechos universales del hombre y la mujer.

P. Dirige, actúa, produce y escribe solo... ¿Tiene miedo de delegar en otros?

R. No, no tengo miedo. Me divierte y me entretiene. Pero utilizamos lo imprescindible, todo traído de casa: el taburete del piano lo transformamos y le damos a todo un aire kitsch. No sabría iluminar una obra de teatro que me den en papel, pero en 50 años de profesión sé lo que a mí me gusta. Y todo entra en el disparate.

P. ¿Qué balance hace de 50 años en el escenario?

R. Nunca hago balances porque no soy nostálgico. Fueron 50 años de entrega a una actividad que amo, pero no la vivo como carrera. Nunca pensé: "Si de aquí me llama Almodóvar y después voy a Broadway...". Hice un camino coherente, con muchos errores, como todo el mundo, pero independiente y sin subvenciones. Y, además, me ha caído la medalla del mérito de las Bellas Artes.

P. ¿Cómo recibió la noticia?

R. La llamada la recibió mi hermana, que estaba en casa. Al decirme que era la secretaria de la ministra de Cultura pensé que se trataba de oficiar algún acto de teatro, cosa que ya hice para Alberto Ruiz-Gallardón, al que le gusto mucho. Cuando me puse al teléfono, la ministra empezó a tutearme y a decirme que hacía tiempo me seguía. Después, al ver la lista de premiados, aún más fue mi sorpresa: la duquesa de Alba, Julio Iglesias... Es totalmente comprensible que se lo den a Tricicle y a Rosa María Sardá, pero a mí... Es un reconocimiento alentador, pero la sorpresa fue enorme.

P. Usted define a Pavlovsky como "una fulgurante estrella de clase trabajadora"... ¿Se puede ser proletario y una estrella con glamour?

R. A Pavlovsky no le ha tocado ser una verdadera estrella que puede hacer una película y vivir cinco años. Esta es currante. En el teatro y en la vida todo cabe: una chica puede ser cajera del supermercado o secretaria de un ejecutivo y por la noche están vestidas de la misma manera y en el mismo lugar y son las reinas de la noche. Se puede ser estrella y proletaria estando en el lugar adecuado.

P. ¿Qué tiene Ángel de Pavlovsky y Pavlovsky de Ángel?

R. Son exactamente la misma persona. Con más o menos maquillaje, con más o menos ropa femenina, pero piensa y dice lo que yo diría, aunque ella esté obligada a ser brillante. Yo ya no me tomo ese trabajo. Prefiero la soledad a la multitud, un libro a la televisión. Sigo siendo un poco dinosaurio en mis maneras; sigo buscando un sinónimo en una enciclopedia antes que en Google.

P. Dijo sobre Argentina que "solo por caminar de según qué manera te podían meter preso". ¿Cree que la aprobación del matrimonio homosexual cambiará en algo las cosas?

R. Se han dado pasos agigantados, pero sé de casos, no hace tantos años, que apedreaban a los transexuales que se veían por las calles. Incluso a una amiga, que ya murió, unos estudiantes le dieron una paliza mientras tomaba un café por su aspecto ambiguo. Me parece muy válido, pero a mí no me interesa el matrimonio, ni el heterosexual. Eso sí, es tremendamente útil para equiparar.

P. Dice su currículo que estrena montajes interminables y otros muy cortos. ¿Qué vida le vaticina a Ángelhada?

R. Ya no hago giras interminables en las que trabaje todo el año. Di un cambio a mi vida cuando fui a París a trabajar a un espectáculo; a partir de ahí me llamaron para el Grec y para la Ópera del Liceo. Lo que me divierte es arriesgar, ser creativo, seducir y llegar al alma del espectador.

P. ¿Y cuántas hadas se han cruzado en su vida?

R. Muchísimas. No veo ángeles con las alitas de pollo o hadas con la varita mágica, pero porque no sabemos encontrarlas. En los momentos difíciles aparecen. Incluso yo he podido ser un hada para otras personas. Ahora soy un Ángel hada, que trabaja como actriz por las noches.

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Sobre la firma

Belén Hernández
Redactora de Estilo de Vida, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde escribe sobre cultura y tendencias, pero también sobre infancia, medio ambiente y pobreza en países en desarrollo. Antes trabajó en El Mundo y Granada Hoy. Es granadina, licenciada en Periodismo por la Universidad de Málaga y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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