LADY GANGA
Ayer me tiré a las rebajas de las rebajas a ver si ya lo daban todo. Qué va. No queda nada. Toneladas de trapos arrumbados a un rincón como si hubiera pasado un tsunami. Esos que no quieres ni regalados. Y luego, expuesto como piezas de museo, lo que no está rebajado. Nueva Colección, lo llaman. Tendrán rostro. Ahí están los monos de seda. Las sandalias de esclava. Los vestidos de vestal. Lo que se lleva, el doble de caro. Si lo quieres, lo pagas. Si no, ahí está el montón para tías del ídem. Tú misma.
Nos tienen dominadas. Ya puede hacer 43 grados fuera, que ponen el aire acondicionado a 15 grados dentro y te condicionan. Según te cae el chorro en la cerviz se te van los ojos a los abrigos del Avance de Temporada. Te lo pruebas, te calientas y te lo llevas, no sea que se agoten. Luego lo cuelgas, te olvidas y cuando llega el frío se le ha pasado el arroz y te lo comes con patatas. Me llamo Paula por mi madre, pero podría ser por el perro de Pavlov. Si me estimulas, respondo. Y si no, también
El jueves estuve en el Remate Final de una firma de lujo. La dependienta parecía la zarina Alexandra en la Jornada de Puertas Abiertas de Palacio. Qué asco de plebe, pregonaba su cara de estreñimiento. "En rebajas no damos bolsas", me suelta cuando fui a pagar una camiseta con el logo, 80 euros rebajada al 80%, lo más barato de la tienda. "En rebajas esto es lo que hay y da gracias, mugrosa", quería decirme la estirada. Que ande con ojo. Se creerá la reina de Saba, pero para soberano, el pueblo. Mira cómo acabaron los Romanov.
Para ser mileurista y estilosa hay que buscar mucho. Mi récord son unas botas que vi en la liquidación de un sex shop de Toledo. Metro y medio, de puntera a pelvis, por 50 euros. Un chollazo. Salí con ellas, no fuera a darme un ictus. Si palmo, que sea con las botas puestas. Me las vio mi cuñada y le faltó tiempo para hacerse 70 kilómetros y pillar las últimas. Lo malo fue probárselas en casa. Eran cada una de un número. Me llama, me miro las suelas y en efecto, yo era la otra. Quedamos para intercambiar la mercancía y en paz. Entre yonquis hay confianza.
¿Seré adicta a las compras? Síntomas tengo. Voy a un centro comercial y empiezo a hiperventilar. Tengo ropa sin estrenar del año que me pidas. Quiero que esparzan mis cenizas por Ikea. Pero me estoy quitando. He cogido un spa en Los Monegros como terapia de choque. El pueblo más cercano está a 20 kilómetros. Hoy he venido a cenar. Riesgo cero. Solo hay un bar y una farmacia. Mira, está de guardia. Voy a ver qué tienen.
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