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Crónica:SILLÓN DE OREJAS
Crónica
Texto informativo con interpretación

Empacando los 'belongings'

Manuel Rodríguez Rivero

Para serles sincero, de Libranda, la nueva plataforma digital para distribuir contenidos de sus editoriales asociadas, no me gusta ni el nombre, qué le vamos a hacer. No ignoro que algunos de los grandes grupos españoles y varias editoriales independientes se han comprometido con el proyecto. Pero creo que nace un poco de espaldas a los tiempos. Como si no se hubieran enterado de lo que está pasando por ahí. Por ejemplo, de que en los últimos meses Amazon ha vendido un mayor número de libros en edición digital que de hardbacks (libros de tapa dura): las cosas, queridos, van rápidas, aunque en este rincón de Europa todo se ralentice siempre un tanto. Sigamos con los ejemplos: el muy vendedor Ryu Murakami -no confundir con Haruki- ha anunciado que quiere editar directamente su nuevo libro con Apple, una compañía que le ofrece bastantes más beneficios que Kodansha, su editor tradicional. Otro más: Wylie, uno de los agentes literarios más poderosos del planeta, sigue actuando de -perdón- mosca cojonera en su empeño de cambiar el paradigma de negocio editorial hegemónico desde la época de Gutenberg: ahora amenaza con publicar a algunos de los autores-estrella de su lista (Nabokov, Mailer) directamente con Amazon. ¡Uyyyy, la que se armaría! El asunto es cargarse (sí, eso parece) a los "intermediarios" y conseguir (para autores, representantes, libreros electrónicos) un pedazo mayor de pastel. Mientras tanto, Libranda "no vende directamente al público", sino que "respeta la cadena de valor del libro". Bueno, todos sabemos lo que eso quiere decir. Si Adam Smith levantara cabeza tendría que aplicarse a su intuitiva nariz un pañuelo empapado de perfume antiproteccionista. Además, el protocolo ideado para que la gente pueda "comprar directamente a través de las tiendas online" no es un prodigio de facilidad ni de rapidez para el usuario: hay que bajarse un software, instalárselo, crear una cuenta Adobe, demostrar que tenemos permiso para leer la obra que hemos adquirido, descargar el archivo, etcétera. Todo eso con el IVA al 18% (el del libro "corriente" -por ahora- es superreducido). Total: que la diferencia de precio entre la edición en papel (que sigue siendo considerada como la fetén) y la digital se adelgaza demasiado. Tanto que casi no compensa: se diría que Libranda nace para ponerle puertas al campo digital, para retrasar en lo posible el inevitable cambio de paradigma del negocio. Mi sobrino -que es un fanático de lo digital- asegura que, con todos esos requisitos, resulta más sencillo (y barato) bajarse la versión pirateada de un libro electrónico. Escandalizado, le digo que si la gente pirateara se acabaría la creación y se irían al garete muchos puestos de trabajo (y algún noble oficio). Me contesta que él también está en paro. Le pido que sea solidario. Me recuerda que el año pasado estuvo de cooperante no sé dónde. ¿Y tú? -me pregunta-, ¿qué tal verano pasaste? Al final le regalo Herzog, de Bellow, en edición de bolsillo, y me dice que guay, pero que ya lo tiene metido en su tableta-para-todo (no quiero saber cómo lo ha conseguido). Luego me pregunta, zumbón, que si con el obsequio he pretendido comprarlo. Qué sobrino. Y qué mundo.

Archivos

En mi (desquiciado) calendario mental la temporada cultural se cierra con dos grandes saraos: el de la Embajada francesa (14 de julio) y el de la Residencia de Estudiantes (fiesta movible). En la primera siempre me llama la atención el infinito número de patrocinadores (hasta los canapés parecen de marca) y la presencia de una banda de música de la Guardia Civil: ya se sabe el entusiasmo de nuestros vecinos de arriba por las cosas de Lorca. Este año, la Resi no ha celebrado su tradicional fiesta veraniega. Las malas lenguas dicen que porque las llamadas de tanteo revelaban que en esta ocasión no iban a acudir muchos ministros, los adornos más buscados por un equipo directivo que, con una u otra cara (la anterior sigue disponiendo de habitación reservada y mando en plaza), se perpetúa contra viento y marea desde 1986. Sin embargo, y a pesar del proverbial y obsesivo secretismo con que sus responsables gustan rodear las actividades de la Residencia, mis topos me cuentan que este año también habrá fiesta, pero en octubre (el día 1 sería perfecto). Y vendrán muchos ministros -y también ex: la Residencia "refundada" ha sobrevivido a los Gobiernos de González, Aznar y Zapatero-, porque nadie se va a resistir a avalar con su presencia los fastos del centenario (comisario: José García Velasco, ¡sorpresa!) de la imprescindible institución proyectada y dirigida por Alberto Jiménez Fraud. Además de los actos programados, sería bueno que la conmemoración sirviera para modificar inercias y facilitar el acceso de los investigadores a los archivos de la Residencia. El níhil óbstat para las solicitudes de investigar en sus fondos se hace a menudo esperar demasiado o, lo que es más grave, depende de criterios arbitrarios, lo que podría hacer pensar a los afectados que los responsables de la institución actúan como propietarios de un cortijo (tú puedes venir a cazar, tú no puedes venir a cazar). Desde hace años -que yo recuerde, desde la puesta en marcha del archivo virtual de la Edad de Plata, financiado por la Fundación Botín a finales del milenio anterior- no se hace público un catálogo actualizado (el anterior lo guardo como oro en paño) de los archivos adquiridos o depositados, ni se ha incrementado el número de documentos digitalizados al alcance del público. Y eso que se han incorporado muchos legados (originales y copias): desde los de Juan Marichal y Solita Salinas a los de Alejandro Sawa (muy goloso), Rodolfo Halffter o Bosch Gimpera. Ya sé que, tradicionalmente, las críticas a la gestión de la Resi no son bien recibidas por sus directivos. Pero, a pesar de todo, ofrezco gratis et amore un lema para (el resto) del centenario: Residencia, transparencia. Y bienvenidos los ministros y los canapés (aunque, ay, yo no reciba la invitación a tiempo).

Maleta

Mientras esos carismáticos operarios que son los controladores aéreos (¿para cuándo una estatua agradecida en los vestíbulos de los aeropuertos?) se van recuperando de las dolencias físicas y psicológicas provocadas por sus cadencias infernales de trabajo, y buena parte de la población estrena sus vacaciones atascada en la operación salida (Nórdica acaba de reeditar La autopista del Sur, de Cortázar), empaco mis belongings en la maleta que arrastraré unos días por diversos lugares y otros tantos no-lugares perfectamente intercambiables. A pesar de mi (precaria) condición de varón puedo hacer dos cosas a la vez, de manera que, mientras ultimo el equipaje, aprendo modales con Carmen Lomana, la diosa exquisita que reemplaza en la televisión basura a la respondona (y ya menos taquillera) princesa del pueblo. La tele de Berlusconi, siempre tan chabacana y previsible, me incita al exilio estacional. Me llevaré libros, pero les juro por Mark Twain que ninguno de ellos será una "apuesta". Ni siquiera electrónica.

Ilustración de Max.
Ilustración de Max.

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