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Columna
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Resistencia

Los grandes bancos españoles y la mayoría de las cajas han superado (algunas de éstas "por los pelos") las pruebas de resistencia realizadas por el Comité de Supervisores Bancarios Europeos. Con todas las limitaciones metodológicas manifestadas por los escépticos, se trata sin duda de una buena noticia que podría ayudar a rebajar la prima de riesgo exigida en los mercados de la deuda.

Sin embargo, el problema podría comenzar precisamente ahora, en el supuesto, harto probable, de que a los digitalizados presidentes de las cajas de ahorro (situados todavía, de manera incomprensible, al frente de las mismas) y a toda esa cohorte de consejeros pertenecientes a los distintos cupos partidarios que le acompañan, les dé por tomar el aceptable resultado de las pruebas como un aval indiscutible a su gestión, en lugar de asumir de una vez por todas que han sido ellos los principales responsables de que los dichosos test hayan tenido que realizarse.

No hace falta ser un gran experto financiero para saber que los problemas de las cajas, particularmente los de Bancaja y la CAM, provienen, no solo de una más que dudosa gestión del riesgo realizada durante estos largos y eufóricos años de esplendor inmobiliario, sino también de esa sumisión escasamente disimulada que mostraron siempre al poder político de turno, de quien recibieron, junto con el cargo, todo tipo de órdenes y recomendaciones (incluyendo terras míticas y demás ingeniosas ocurrencias). Son esos polvos los que trajeron estos lodos. Y claro está, ahora han tenido que fusionarse por la vía de urgencia con quien, cómo y cuándo el Banco de España les ha señalado.

Pero quizá lo más sorprendente de todo este asunto haya sido la súbita desaparición, en tan solo unas pocas semanas, de cualquier atisbo de patriotismo financiero por parte de nuestros combativos mandatarios políticos, tan belicosos como se vienen mostrando siempre con el Gobierno central cuando se trata de reivindicar cualquier cosa en favor de los valencianos, atados como se hallan de por vida a la fructífera estrategia de culpabilizar al "enemigo exterior" de todo lo negativo que ocurre en el interior de nuestras fronteras autonómicas.

En este caso el Consell se ha limitado a santificar el proceso, con el muy contundente y elaborado argumento de que se trata de un "mal menor". Es decir, que los mismos dirigentes que han sido incapaces durante lustros de propiciar una fusión de nuestras grandes cajas (con la modélica excepción de la producida en su día entre las de Castellón y Valencia) por razones estrictamente electorales y estratégicamente miopes, se ven obligados ahora a aceptar la pérdida de capitalidad operativa de aquellas sin conseguir casi nada a cambio. Y, lo que es aún peor para ellos, sin poder echarle la culpa a nadie.

En tan lastimoso contexto, comprenderán que me resultara algo patético ese amago de rebelión post mortem que encabezan algunos consejeros de la CAM oponiéndose al poder absoluto de Cajastur, una vez el pacto estaba ya consumado. ¿Nos tomarán a todos por tontos?

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