Epistolario de un joven en bicicleta
Horacio Quiroga decía que viajó a París en 1900 "solamente por la bicicleta". No es cierto. Tampoco lo hizo para ver la Gran Exposición Universal, ni para presenciar las olimpíadas de ese mismo año. Lo hizo para seguir escribiendo un relato de su vida, que navegaba entre el temperamento inhóspito de la selva y la realidad de un cuentista vital y desaforado.
Basta con dar un repaso por Quiroga íntimo, compilación epistolar y de diarios editado por Páginas de espuma, donde se reúne una correspondencia de 350 cartas y las anotaciones dejadas por el poeta uruguayo durante su estancia en la ciudad luz.
Catalogado como uno de los impulsores de la narrativa moderna en castellano, Horacio Quiroga (Salta, Uruguay, 1878-Buenos Aires, 1937) labró un camino que años más tarde seguirían escritores como el cubano Alejo Carpentier o el guatemalteco Miguel Ángel Asturias.
La compilación que se edita por primera vez en España, consta de dos diarios de viaje y una correspondencia escrita entre 1902 y 1937. El primer diario está dedicado al trayecto del escritor en un buque de bandera italiana, desde el puerto de Montevideo hasta Génova, y en tren desde la ciudad italiana hasta París. El segundo se centra en la azarosa estancia de mes y medio en el París de Zola y Rubén Darío.
A su regreso el balance de la excursión fue negativo. Atracó el 12 de julio en Uruguay con un pasaje de tercera, una americana con la solapa levantada para disimular su andrajoso estado, unos pantalones vueltos jirones y una barba como si acabara de salir de la mazmorra. Tenía 22 años y no cargaba equipaje.
Las cartas y la selva
En los cuentos y cartas, por su parte, dejó latente su fascinación por la voracidad de la jungla de Misiones, provincia argentina en la frontera con Brasil y Paraguay. Allí, además de escribir, trató de emprender la improbable empresa de crear un vino de naranja para enderezar sus finanzas (recurrentemente flacas).
La vida de Quiroga estuvo marcada por una serie de muertes trágicas, incluyendo el suicidio de su primera esposa. El escritor falleció el 19 de febrero de 1937 con 58 años en un hospital de Buenos Aires tras apurar un sorbo profundo de cianuro. En alguna ocasión, al ser preguntado por cómo escribía sus cuentos, dijo: "Sospecho que los construyo como aquel que fabrica los cañones haciendo ante todo un largo agujero que, luego, rodea de bronces".
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