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Columna
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Fútbol literario

Hay que buscar las emociones fuertes del Mundial, del fútbol, de cualquier cosa que sea tan impresionante como para que interese a millones de personas. En casos como éste siempre me acuerdo de Berlanga cuando rendía homenaje al cine del destape, el de Pajares, Ozores, Esteso, la baronesa Thyssen y compañía, reconociendo los valores que escondía tras la epidermis de un seno. Lo decía Berlanga, que algo sabe. Yo añadiría, si se me permite, que había en esas películas algunos guiones fantásticos. Muchas series de éxito actuales han aprendido de aquellos guiones.

En el fútbol pasa algo parecido. Escribía hace una semana Kirmen Uribe que la desafección de los futbolistas por la lectura era equivalente a la que durante años habían mostrado los escritores respecto al fútbol. Cuando al final, en realidad, ambos buscan lo mismo: entretener y dejar un poso realista en la afición, al fútbol o a la literatura.

Todo era a pesar de Camus, portero infantil, del checo Platko, ídolo literario de Alberti. A medida que crecía la marea futbolística (en esta época vacacional me he permitido la licencia de hablar de mareas, que siempre queda bien), resulta que los escritores, los cineastas, los pintores, los faranduleros, (en el buen sentido de la palabra), decidieron que debían decir lo que pensaban sobre lo que era el fútbol. Y cuando lo dijeron, todo fue mejor. En verdad creo que cuando los intelectuales españoles decidieron seguir el paso de Camus, el fútbol español fue mejor. Que no se crean los presidentes que es obra suya. Es un asunto social y en esos temas los líderes sociales son los pilares del dearrollo futbolístico.

Cuando hablo con Juan Gelman, premio Cervantes 2007, que vive en Paris, entiendo mejor el éxito o el fracaso de Francia; cuando hablo con el mexicano Juan Villoro, comprendo que el sentido del humor y de la inteligencia es el mejor antídoto para el éxito y el fracaso. Cuando hablas con Manuel Rivas, gallego universal, te das cuenta de que el fútbol de Blatter o Platini se puede reducir a un pueblo de Orense o Lugo, sin perder su sentido. Cuando Héctor Abad reflexiona sobre el fútbol te das cuenta de que no hay distancias en el alma.

El fútbol necesita a los intelectuales como los intelectuales al fútbol. Los futbolistas deberían leer a Eduardo Galeano, como los escritores deberían leer una buena entrevista con Gattusso. Todos saldrían ganando. El problema del éxito es que eclipsa la realidad. Entre la parada de un portero y el gol de un delantero, hay un mundo que jamás interpretarán muchos futbolistas y que sí explicarán los que ponen distancia de puño y letra. Al final todo se resume en lo que escribía Kirmen Uribe: "Se trata de entretener", aunque los más forofos encuentren el gusto por el masoquismo.

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