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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un oso en mi nevera

Javier Vallejo

¡Tantas fatigas para que la gloria se la lleve el menos escrupuloso! La carrera hacia el Polo Sur entre las expediciones de Roald Amundsen y Robert F. Scott se saldó con la victoria del noruego y la muerte del británico y de su equipo, que llegaron extenuados 34 días después. Amundsen y compañía llevaban perros de tiro para sacrificarlos, alimentarse con ellos y alimentar a los perros restantes. La cuadrilla de Scott, cuyos caballos mogoles se congelaron, hubo de llevar cantidades de comida mayores y acabó teniendo que tirar del trineo por sí misma.

La expedición de Scott, además, recogió kilos de piedras y de fósiles mientras la de su rival corría ligera por una ruta menos fría. Este duelo épico, más emocionante que la carrera espacial y la conquista de los 14 ochomiles, es reproducido en clave de burlesque por Fernando Sánchez-Cabezudo y Hernán Gené en Los cazadores de Thé, espectáculo cómico ágil, parco en palabras y rico en imágenes.

LOS CAZADORES DE THÉ

Dirección e interpretación: Fernando Sánchez-Cabezudo y Hernán Gené. Luz: Pedro Yagüe. Escenografía: Pepe Uría y F. S. C. Asistente en escena: Esther D'Andrea. Sala Cuarta Pared. Hasta el 31 de julio.

Es un espectáculo cómico ágil, parco en palabras y rico en imágenes

Gené nos puso la risa en los huesos en su versión clown de Sobre Horacios y Curiacios y en ese carnaval de las mutaciones llamado Piedras en los bolsillos, mientras Sánchez-Cabezudo emulaba el humor retro de Jacques Tati en su redondo Metro cúbico y en El gran atasco. Sus espectáculos son de cocción lenta: mejor catarlos después de un tiempo de reposo. A Los cazadores de Thé le falta un hervor y ese swing que se consigue solo después de tocar muchas veces la misma pieza: esta tiene gags todavía a medio cuajar, una escena que necesita un buen rato en la olla a presión y otra cocinada en su punto, donde Scott avanza postreramente contra una ventisca de plató de cine mudo.

En manos de estos intérpretes autosuficientes, la epopeya polar de Scott y de Amundsen tiene el colorido mate y la línea clara de los álbumes de Tintín, la bendita ingenuidad de los efectos especiales de Segundo de Chomón y un aroma que en sus momentos más intensos recuerda a Les Naufragés du Fol Espoir, el formidable último espectáculo de Ariane Mnouchkine y el Théâtre du Soleil, al que se hace algún guiño y con el que, salvando la abismal diferencia de escala, Los cazadores de Thé guarda semejanzas temáticas y de estilo. Gené y Sánchez-Cabezudo pueden sacarle más partido al discurso inicial del capitán Scott y a las pantomimas del oso polar en cuya piel se pone Amundsen.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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