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Reportaje:

Mourinho va por delante

El portugués adelanta 10 minutos su primer entrenamiento con el Madrid y prima el balón

Eleonora Giovio

Pantalón largo y botas (de fútbol) azul chillón. Así saltó José Mourinho al césped de Valdebebas ayer por la mañana en su primer día de entrenamiento. Llevaba, cómo no, bajo el brazo su inseparable carpeta con el plan de trabajo. Blanca. Era azul cuando se paseaba por el salón del hotel Mira Sierra Suite, buscando la sala de reuniones, dos días antes de disputar la final de la Liga de Campeones con el Inter. De aquello ya hace casi mes y medio. Entonces negoció su fichaje por el Real Madrid sin haberse todavía desvinculado del club de Massimo Moratti y sin que Florentino Pérez, el presidente blanco, hiciese lo propio con Manuel Pellegrini, su entrenador. Ahora, 55 días después, el portugués está donde quería: en el vestuario de Valdebebas, dirigiendo el primer entrenamiento de la temporada con 11 jugadores de la primera plantilla y con ocho canteranos.

El técnico quiere que los futbolistas coman juntos antes de volver a trabajar por la tarde
"No hay mejor sitio para aprender", aseguró Pedro León en su presentación

Lo hizo con el balón como protagonista. Hace mes y medio, en el día de su presentación, dijo que el castellano se le había olvidado, que necesitaba un par de semanas para retomarlo. Ayer ya dejó claro que lo había retomado, aunque, eso sí, los tacos los soltó en portugués. Se le oyó gritar muchas veces "caralho", que según los periodistas lusos presentes en el balcón de la Ciudad Deportiva -desde donde se observa el entrenamiento- es el equivalente al "joder" castellano.

Mourinho fue el primero en aparecer: irrumpió en Valdebebas a las 8.10. Mandó a preparar los campitos (los dividió en tres zonas de trabajo) con conos de varios colores, pequeñas vallas, palos amarillos y un sinfín de mini porterías. A las 9.10, 20 minutos antes de que empezara la sesión matinal, saltó al campo a controlar que todo estuviese en orden. Los jugadores aguardaban a pie de campo y también rompieron filas con 10 minutos de antelación sobre el horario previsto. Fue cuando Mourinho les hizo un gesto. El grupo lo encabezaban Granero, Garay y Marcelo. Drenthe fue el último en saltar. Todos, por cierto, estaban citados para comer en el hotel de concentración, el Mira Sierra Suite. El técnico portugués quiere que los jugadores coman juntos antes de volver a trabajar por la tarde. Luego, eso sí, cada uno puede irse a dormir a su casa. Así será hasta que el equipo se marche a Estados Unidos el día 28 de julio para terminar la pretemporada y disputar dos amistosos.

Mourinho dividió los campos de entrenamiento en tres zonas -los porteros trabajaron en una esquina y siempre bajo la mirada del portugués-. Y todas estaban dibujadas en una de las hojas de su carpeta. Una parte estaba reservada para el circuito físico -que se hizo siempre con el balón, nada de carreras interminables como las que se veían con Fabio Capello, por ejemplo-, otra para los rondos en zonas estrechas -los jugadores se dividieron en dos grupos-, y la última para rondos más abiertos. Allí es donde Mourinho no paró de gritarles que controlaran más el balón y lo jugaran más.

Por la mañana solo faltó Pedro León -además de los internacionales y de Guti y Raúl-, que se sumó por la tarde tras ser presentado en el Bernabéu. No estaban sus padres, a los que el ex del Getafe, por superstición, les prohibió acudir. "Mendilibar me ayudó a presionar, correr y competir. Míchel a tener regularidad... Y como el Madrid de Mourinho ahora creo que no hay mejor sitio para aprender", dijo el interior.

Mourinho durante el entrenamiento del Madrid ayer en Valdebebas
Mourinho durante el entrenamiento del Madrid ayer en ValdebebasLUIS SEVILLANO

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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