Sanfermines redentores
Cuando, hace unos años, Tom Cruise visitó Madrid para presentar Misión imposible II (2000) de John Woo, una pregunta de los asistentes a la rueda de prensa pareció sacarle, levemente, los colores. La pregunta aludía al despropósito en el proceso de documentación que desembocó en esa caprichosa fusión de la Semana Santa y las Fallas que animaba las escenas sevillanas de la trama. Escenas que, por otra parte, fueron rodadas entre Australia y Los Ángeles. Noche y día también tiene un segmento sevillano -esta vez rodado entre Cádiz y Sevilla- que reincide en el desnortado cóctel de tópicos culturales: unos sanfermines bajo la solana andaluza. Una de dos: o a Tom Cruise le hizo poca mella el suave bochorno ante la prensa o la verosimilitud de blockbuster no le quita el sueño. Por otra parte, sería absurdo enfadarse por este nuevo desliz: el primero formaba parte de un filme de acción hiperbólico, extraordinario y sobrecargado de estilo marca Woo y el segundo es lo más inolvidable de una propuesta que, salvo en ese segmento de psicotronía de alto derroche, discurre por los cauces de lo previsible.
NOCHE Y DÍA
Dirección: James Mangold.
Intérpretes: Tom Cruise, Cameron Diaz, Jordi Mollá, Viola Davis, Paul Dano, Peter Sarsgaard, Maggie Grace.
Género: acción. Estados Unidos, 2010.
Duración: 109 minutos.
La película puede, así, redimirse como elegiaca celebración de la inmadurez
En un mundo en el que intenciones y resultados viviesen en feliz armonía, Noche y día podría haber sido la respuesta contemporánea a ese díptico formado por Charada (1963) y Arabesco (1966) que acreditó al gran Stanley Donen como contrapunto pop al Hitchcock lúdico y dionisiaco de la insuperable Con la muerte en los talones (1959). La película de James Mangold -que no está aquí tan fino como en su enérgica El tren de las 3:10 (2007)- combina el thriller de espionaje con la comedia romántica, confiando en la improbable química que podría generar la proximidad entre una atolondrada Cameron Diaz y un Tom Cruise que saborea en cada plano su seguridad en sí mismo. Noche y día no parece auto-engañarse acerca de su naturaleza transparentemente idiota: al contrario, está tan encantada de ello que su autoasumida frivolidad puede llegar a resultar algo desarmante. Por desgracia, no hay estilo, ingenio, ni invención en la sucesión de set pieces que, en ningún momento, parecen querer trascender su naturaleza de divertimento autocombustible.
Tanto Tom Cruise como Cameron Diaz -dos estrellas que, en principio, no tienen nada que temer acerca de su futuro como intérpretes de prestigio- parecen haberse planteado Noche y día en calidad de última fiesta en su condición de iconos veraniegos a la medida de las multisalas: el proyecto puede, así, redimirse como elegiaca celebración de la inmadurez, pero cabe lamentar que el público no haya sido oficialmente invitado al guateque mediante las necesarias dosis de complicidad. Queda, eso sí, la imagen de unos toros insertados digitalmente sobre una persecución que, sin ese grotesco aliño, sería tan fácil de olvidar como el resto del metraje.
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