La realidad y el deseo

La inmigración se ha convertido en tema recurrente para cineastas de todo lugar y condición, que se han acercado a ella desde estilos tan opuestos que a veces parecían contradictorios, centrando su objetivo en los más diversos aspectos de la problemática. Vicente Molina Foix, intelectual de prestigio, profesor, poeta, novelista, ensayista, dramaturgo, traductor, columnista y crítico de cine, se adentra en El dios de madera, su segunda película como director y guionista, en un elemento que muchos han tratado de soslayo, pero pocos como núcleo: el sexo, el amor, el deseo y el culto al cuerpo, tanto homosexual como heterosexual, en torno al inmigrante ilegal. Un arriesgado salto mortal del que Molina Foix no sale bien parado.
EL DIOS DE MADERA
Dirección: Vicente Molina Foix.
Intérpretes: Marisa Paredes,
Madi Diocou, Nao Albet, Soufiane
Ouaarab.
Género: drama. España, 2010.
Duración: 116 minutos.
Rodada a través de una puesta en escena de un academicismo ramplón que, sin embargo, mejora su primer acercamiento como realizador (Sagitario, de 2001), la película deambula entre el lugar común sobre la actitud social con el inmigrante, la superficial visión de las religiones distintas al catolicismo y el supuesto matonismo policial, y acusa esa debilidad tan marcada de ciertas historias en las que sus criaturas no se dan a conocer por medio de acciones o diálogos, sino a través de largas parrafadas en las que explican cómo son y cómo se encuentran. Una película decepcionante, solo sostenida por el oficio de Marisa Paredes, incluso en sus peores momentos, como ese sonrojante "¡qué negro eres!", pronunciado por la actriz mientras acaricia el pecho del inmigrante protagonista.
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