"Jugar la final es como pisar la Luna"
Ganadores y perdedores del Mundial recuerdan sus sensaciones ante el partido de los partidos
Muy pocos son los elegidos que tienen la oportunidad de disputar una final de la Copa del Mundo. Varios de ellos recuerdan las sensaciones previas a un momento único y casi siempre irrepetible.
- Kempes (campeón con Argentina en 1978): "El cigarrillo de Menotti".
"¿Qué cómo me sentía? Apenas duermes, el reloj parece que no avanza, recuerdo el momento de ingresar a la cancha y ver caer muchos papelitos, o el momento en que sonaron los himnos. Pero una vez que empezó el partido te olvidas de todo. Y eso que empezamos tarde la final porque se estuvo discutiendo si Van de Kerkhof podía jugar con un vendaje en la muñeca que él decía que no era un yeso, que era una férula. ¡Se retrasó media hora la final! Menos mal que Menotti nos tranquilizó en la charla previa. Fue de las más cortas... De tanto que habló durante los días previos, ese día creo que ni se terminó el cigarrillo mientras daba la explicación".
"Mientras esperaba que llegase el momento de vernos con los holandeses me recordaba picando ladrillos en 1966, ayudando a hacer la casa familiar, escuchando los partidos del Mundial de Inglaterra por la radio, cuando Rattin se sentó en la alfombra roja y todo eso. Pero me sentía cómodo, a gusto, delante de nuestra gente... Normalmente el que viste la camiseta número 10 es un referente histórico en todos los equipos. Es decir, es una persona a la que predestinaran a triunfar. Pasa en Brasil, Argentina, pero no tanto en Europa. Pero en ese Mundial no era yo, éramos nosotros. La humildad es vital y así lo vivimos desde el primer día de concentración. En el 74 fracasamos todos, en el 78, sí, yo tuve la suerte de hacer seis goles, pero si no fuera por los compañeros uno solo no es Superman".
- Gentile (campeón con Italia en 1982): "Te das cuenta de lo que es la tensión". "Es un partido totalmente distinto a los demás... Es cuando empiezas a darte cuenta de lo que es la tensión. Pero si uno está convencido de que es superior, pues esa tensión se convierte en algo positivo. Los nervios se transforman entonces en energías positivas, tan positivas que te dejan dormir bien y descansar la noche previa al partido. No quiero pecar de presuntuoso pero nos fue bien por eso, estábamos convencidos de que podíamos ganarle a Alemania. Mentalmente llegamos perfectos a esa final. Recuerdo el viaje del hotel al estadio: si normalmente en el autocar hablas muy poco, pues ese día menos. Estaba muy concentrado, son momentos en los que repasas lo que tienes que hacer durante el partido y las virtudes y los defectos de tus rivales".
- Stielike (subcampeón con Alemania en 1982): "Me sentía como en casa".
"No es lo mismo llegar de nuevas a una final de estas características que ya haber vivido una. De alguna manera había pasado por aquello dos años antes, cuando ganamos la Eurocopa, lo que para nosotros mismos fue una sorpresa. Además me sentía como en casa, porque llevaba ya unos años jugando en el Madrid y la final era en el Bernabéu, así que antes de la final no me sentía extraño. Lo que estábamos era agotados después de la semifinal que ganamos por penaltis a Francia en Sevilla. Entre eso y el cansancio del viaje, no llegamos en las mejores condiciones. Pero por nervios no fue".
- Brehme (subcampeón con Alemania en 1986 y vencedor en 1990): "Imaginas el gol del triunfo". "Jugar dos finales seguidas contra los mismos tíos, Argentina, sobre todo después de perder la de México 1986, te deja ante todo un ánimo de revancha. Afrontas el partido con más calma, pero recordando los errores cometidos, las cosas que mejorar frente a los mismos tíos... Pero se hace raro, encontrarnos dos veces seguidas fue un déjà vu. Pese a la experiencia, la noche antes, cuando no puedes dormir y te pones a dar vueltas en la cama, imaginando cómo sería el partido ideal, pues te ves marcando el gol que decide el título, con tus compañeros abrazándote, la gente coreando tu nombre... Pero nunca te imaginas marcando de penalti, no es el gol que sueñas".
- Branco (campeón con Brasil en 1994): "En homenaje a Senna". "La noche anterior no conseguí dormir. No paraba de pensar en lo que podía suceder en el campo, a quién tenía que marcar, imaginando jugadas... El día de la final fue el más largo de mi vida. No pasaba el tiempo y la hora del partido parecía no llegar nunca. No parábamos de hablar entre nosotros, en el desayuno, en la comida... Dunga, Romario, Ricardo Rocha y yo tuvimos una reunión en lo que llamábamos el cuarto de los dinosaurios para reforzar la confianza. Esa era la habitación de la experiencia".
"Aparecer en una final del Mundial es el momento culminante en la vida de un jugador. Es como pisar la Luna. El equipo que está más equilibrado emocionalmente tiene muchas más posibilidades de ganar. En el trayecto hacia el estadio todos íbamos cantando, para quitarnos presión. Y lo más emotivo llegó en el vestuario, donde hicimos algo que nos unió todavía más: Meses antes, tras un amistoso en París, habíamos pactado con Ayrton Senna que él ganaría el Mundial de Fórmula 1 y nosotros el de fútbol. Por desgracia falleció en mayo en un accidente que conmocionó a todo Brasil. Queríamos homenajearle, y antes del partido confeccionamos la pancarta que mostramos nada más ganar la final: Senna, aceleramos juntos. El tetracampeonato es nuestro".
- Thuram (campeón con Francia en 1998): "Sabía que ganaríamos".
"Venía de marcar los dos goles a Croacia en semifinales, un acto de Dios en lo que podría haber sido el partido de mi muerte en vez del partido de mi vida porque antes marcó Suker, gol del que fui responsable... La final fue un sueño: contra Brasil, en casa... Aunque suene raro, los días previos no tuve duda de que ganaríamos, de que haríamos como Maradona y Kempes. Sentíamos que era nuestra tarde y nada malo podía sucedernos. Lo que no sabía era lo bonito que es levantar la Copa. Inexplicable".
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