Berlusconi y cierra Italia
La huelga de periodistas italianos contra la ley mordaza, que ayer paralizó casi el 100% de los medios de información del país, es solo el último síntoma de la sofocante situación que vive Italia ante la deriva del Gobierno de Silvio Berlusconi.
Dos años y medio después de regresar al poder con la mayoría más amplia de la historia republicana, el clima político y social del país es irrespirable. El empeño de Berlusconi por aprobar la ley que restringirá
las escuchas telefónicas, con la excusa de defender el derecho
a la intimidad de los ciudadanos, se ha revelado como una iniciativa casi suicida. El proyecto legislativo ha sido contestado por todas las instancias democráticas posibles: el presidente de
la República, la magistratura, los editores (nacionales y europeos, exceptuando, claro, el propio Berlusconi), la prensa internacional y nacional, las fuerzas del orden e incluso los responsables del Ministerio de Justicia de Estados Unidos. Todos la consideran una intromisión intolerable en la lucha antimafia,
la libertad de prensa
y la independencia
de la magistratura.
El proyecto ha acentuado la división de la mayoría de Gobierno, debilitada por luchas intestinas, conspiraciones y vendettas y sacudida cada día por nuevos y peores escándalos de corrupción. Si a eso sumamos la rebelión
de las regiones y de
los entes locales ante
el plan de austeridad elaborado por el Ejecutivo, los porrazos recibidos esta semana en Roma por las vilipendiadas víctimas del terremoto de L'Aquila y las recientes dimisiones de dos ministros, el de Descentralización (amigo del jefe y aspirante a su inmunidad, Aldo Brancher) y el de Industria (el comprador de casas con dinero de otros, Claudio Scajola), el panorama solo puede definirse como decadente.
Pero la era de Berlusconi y su confusión de intereses públicos y privados parece acercarse cada vez más a
su final. La mala noticia es que la caída de Bizancio puede resultar una broma al lado de la suya. Y la peor es que la oposición de centro-izquierda sigue sin ofrecer fiabilidad como alternativa al autoritarismo populista de
Il Cavaliere.
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