"Son buenos esos españoles"
Holanda se cubre de naranja y vibra con su primera final en 32 años
¿A qué suena el juego de La Roja? A los holandeses les parece que hace tic-tic-tic, porque la selección española se desplaza por el estadio con la precisión de una máquina. Los pases sin descanso entre los jugadores, los saques de esquina a ras de suelo, o los lanzamientos casi desde medio campo, envuelven como una red a los contrincantes. Es un "juego bonito", en opinión de los comentaristas, que deja un solo resquicio: una cierta escasez de goles. Por ahí espera colarse el equipo holandés, heredero de la naranja mecánica que se dio a conocer hace tres décadas. Fue en la final del Mundial de fútbol disputada en 1974, contra Alemania, y que perdieron por 2-1. Sin revanchas posibles entre vecinos en el horizonte, esta vez el duelo será entre los virtuosos españoles y los hombres de Bert van Marwijk, seleccionador holandés, que aborda el triunfo como una misión.
Solo los calvinistas dan la espalda al fútbol. Su diario no da información deportiva
Simbología aparte, el campeonato ha devuelto la ilusión futbolera a Holanda. El jolgorio solo se calma cuando Van Marwijk comparece en televisión desde Sudáfrica, y califica a La Roja de "rival fantástico". En cuanto las dudas sobre la victoria planean sobre el inconsciente nacional, se recurre al seleccionador. Un tipo de sonrisa franca, siempre impecable con su traje gris plata. Lo suyo es cuestión de enfoque. "Tal vez no tengamos los mejores jugadores, pero sí el mejor equipo. Nunca estamos satisfechos", dice.
A la espera de la final, la primera en 32 años, una explosión anaranjada lo abarca todo en Holanda. "Son buenos esos españoles. Tienen una técnica excelente. Pero hemos estado dos veces en una final. Sería hora de llevarse la Copa", decía en La Haya un grupo de aficionados a la hora del almuerzo. "Eso, eso. Ya es hora", asentían unas madres jugando con sus niños en el parque. La chiquillería ha absorbido el Mundial como si fuera un tatuaje. Cintas del pelo, banderines de bicicleta, gusanos peludos regalados con la compra por unos supermercados, gorras o pasteles. Todo accesorio imaginable es de ese color y portado por hinchas sin distinción de edad. Hasta hay ternos que parecen hechos a medida para elegantes pensionistas que no quieren perder comba.
A la euforia nacional se unió anoche la FIFA, que ha puesto a disposición del país 500 entradas más para la final. Curiosamente, una parte de los holandeses permanece ajena al ajetreo. Es la comunidad calvinista, especialmente presente en el centro y el suroeste del país y cuyo diario de cabecera, Reformatorisch Dagblad (56.000 ejemplares), carece de página deportiva. Según sus responsables, "ha sido así desde su fundación, en 1972. Los encuentros suelen programarse en domingo, y ello contraviene las enseñanzas de la Biblia".
La posible victoria de Holanda sí está causando ya cierto revuelo en Ámsterdam. El Ayuntamiento ha trazado una ruta en bote, por los canales, por si resultan vencedores. Como ninguno de los dueños de barcos-casa que los ocupan todo el año quiere problemas, se busca la forma de que el paseo transcurra sin sobresaltos. De perder, habrá un encuentro multitudinario en la Plaza de los Museos, en el centro urbano. Allí, frente a una pantalla gigante, contemplaron el pasado martes 80.000 personas la derrota de Uruguay y el pase de Holanda a la final.
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