Fin del sueño

La última representante del continente africano no pudo cambiar la historia de los Mundiales y cumplir el sueño de llegar a las semifinales. Aun jugando un buen partido y siendo mejor equipo que Uruguay, los black stars vuelven a casa tras desperdiciar la mejor oportunidad de sus vidas. Esta derrota podría explicarse por la bisoñez mostrada por todo el equipo en los momentos clave. Empezaron el partido excesivamente conservadores y dando la impresión de que su única preocupación era no cometer un error que pudiera sacarlos pronto del mismo. Parecía que los cambios, obligados por las tarjetas, de sus dos jóvenes jugadores Ayew y Jonathan por Muntari y Vorsah habían dejado a los africanos sin la frescura de anteriores partidos para sacar la pelota jugada desde atrás y enlazar con el punta Gyan.

Uruguay, sin hacer nada del otro mundo , tenía más llegada al área contraria y se disputaba el partido que quería. Pero todo empezó a cambiar en el ecuador del primer tiempo. Un error defensivo de Vorsah tuvo el efecto contrario al esperado y supuso el despertar de Ghana, que, en vez de ponerse nerviosa, acabo de ajustar sus piezas nuevas y comenzó a rondar la portería uruguaya con asiduidad además de arriesgarse defensivamente adelantando un poco más la línea de presión e impidiendo prácticamente crear peligro a los rivales.

El zapatazo de Muntari en el descuento no hizo mas que confirmar que Ghana había crecido minuto a minuto hasta ser mejor que Uruguay. El sueño de llegar a cotas que ningún país africano había alcanzado estaba cada vez más cerca.

La intensidad con que dio comienzo la segunda parte fue el primer momento clave mal jugado por Ghana. En vez de tomar la posesión del balón y administrarlo sabiamente para llegar a puerta con ventaja o minar físicamente al rival, convirtió el partido en un toma y daca, justo lo que buscaban los uruguayos para aprovechar los espacios a través de Forlán y Suárez. El gol de Forlán llegó antes de la franja de seguridad de la que habla todo entrenador, los 15 primeros minutos de cada tiempo, y dio esperanza a Uruguay.

Ghana siguió con su trabajo de desgaste, su ritmo alto de juego y toque, haciendo del partido un constante ida y vuelta de una portería a otra para con el paso de los minutos tratar de imponer su poderío físico. El seleccionador ghanés movió pieza para afrontar el último cuarto de hora. Introdujo a Appiah, jugador de buena técnica y disparo, para intentar imponer mas autoridad en el centro del campo y lograr el dominio del partido. Después, cuando expiraba el tiempo y la prorroga parecía irremediable, colocó otro delantero potente y trabajador, Adiyiah, al lado de Gyan.

Los ghaneses consiguieron ahogar al rival convirtiendo el partido casi en un monologo, pero les faltó mucha puntería y sacar provecho del balón parado. El tiempo extra comenzó con el equipo africano tratando de hacer el gol que le pusiera en ventaja incrementando, si cabe, la intensidad de sus ataques. Lo intentó de todas las formas posibles, pero sin resultado ante la seriedad uruguaya y las paradas de su portero.

Gyan falló el penalti decisivo en la prorroga y eso, creo yo, supuso el bajón anímico y psicológico que hizo que, al final, los penalties cayeran del lado uruguayo. El resumen es que para ganar en un Mundial cualquier partido hay que tener un plus mental y sobreponerse a cualquier contratiempo que pueda desviarnos del camino previsto. Ghana ha hecho un gran Mundial, pero los equipos y dirigentes africanos han de mirarse el ombligo y aprender de los errores.