Balones al cielo
Paraguay pasa por primera vez a cuartos al derrotar a Japón en la tanda de penaltis, colofón a un partido con poco fútbol
Había un helicóptero sobrevolando el estadio de Pretoria. En Sudáfrica siempre hay helicópteros sobrevolando los lugares concurridos, como si vigilasen alguna cosa. Las vuvuzelas, el aturdimiento general, impedían escuchar el rotor. Pero el aparato andaba por ahí arriba, imprudentemente pilotado por gente que no se percataba del peligro que corría.
Porque ahí abajo, sobre la hierba, un puñado de paraguayos y japoneses parecían obstinados en emplear el Jabulani como armamento antiaéreo. ¿Pretendían atentar contra las fuerzas de seguridad del Estado sudafricano? ¿Practicaban alguna disciplina esotérica? ¿Qué se propusieron?
Probablemente el asunto se archive y nunca sepamos exactamente lo que ocurrió ayer en el estadio Loftus Versfeld. Probablemente los miles de hinchas japoneses y paraguayos que asistieron a la cita, expectantes, olviden pronto estos acontecimientos y solo retengan la consecuencia burocrática. La inscripción registral dará fe de que, de un modo u otro, todo acabó con Paraguay avanzando a los cuartos de final por primera vez en su historia.
Los jugadores parecían obstinados en emplear el Jabulani como arma antiaérea
De la primera parte puede que apenas recuerden una pared de Lucas Barrios con Riveros. Fue emocionante ver la recepción de Barrios, un canijo habilidoso y abnegado, de espalda a dos defensas japoneses. Pisó el balón y se giró con picardía para quedarse solo ante el portero, pero erró el tiro. Más tarde, el zurdo Honda hizo un remate desde media distancia, pero la pelota cogió demasiado efecto y se abrió lejos del arco. El resto del primer periodo fue acaparado por los guardametas, Villar y Kawashima, y los jugadores de campo Tulio, Nagatomo y Ortigoza. No es que hicieran paradas muy buenas. Es que el de ayer debió de ser el partido con más saques de portería del Mundial.
Fue una excelente ocasión para tirar pelotazos al helicóptero. Algo parecido intentó Ortigoza cada vez que sus delanteros se le desmarcaban. Pateó al cielo. Al éter. Lo mismo hizo Nagatomo, el lateral zurdo japonés, cambiando continuamente de frente en busca de los desmarques de Matsui, el extremo derecho.
Para no ser menos, Tulio, el central japonés nacido en Brasil, se empeñó en desplazamientos que superaban la línea de fondo y se estrellaban contra las vuvuzelas.
En el intermedio, el comentario del técnico francés Gérard Houllier, invitado por la televisión sudafricana, no pudo ser más explicativo: "El partido todavía no ha empezado".
Fue curioso ver a los dos equipos celebrando consejos en el medio del campo, al margen de los seleccionadores, antes de irse al descanso. No se sabe de qué hablaron. Pero hablaron mucho y, cuando salieron de nuevo, Japón desplegó algo parecido a un 4-2-4 convertible en 4-1-5, como el Brasil de 1970, pero con Endo en vez de Gerson.
Jugar con tantos delanteros cuando no hay buenos volantes es como no jugar con ninguno. El alboroto en el área de Villar no produjo remates serios. Del otro lado, los paraguayos se replegaron como en sus viejos tiempos y esperaron la prórroga. Martino dio entrada a sus cañones a última hora. Valdés y Cardozo se unieron a Barrios y entre los tres fabricaron tres buenas ocasiones. Pero no embocaron, con lo cual el partido acabó en la tanda de penaltis. Komano envió su tiro al cielo, dando a Paraguay la satisfacción de jugar los cuartos de final de un Mundial por primera vez en su historia.
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