Porno para intelectuales
Ahora que, gracias a Internet, el acceso al sexo es universal, varias revistas eróticas apelan al arte para sobrevivir. Pero ¿tiene sentido que Playboy se parezca a Vogue?
En la era que propugna defunción al papel, ciertas revistas se han entregado a los placeres de la carne. Procacidad, moda e intelectualidad han hecho un trío sobre una cama de cuché para alumbrar lo que bien podría llamarse Nuevo Erotismo Ilustrado. Una revisión del concepto de revista masculina S de los años setenta. Nuestros padres lo hacían mejor. Publicaciones con tantas pretensiones de refinamiento como méritos artísticos para colocar en la mesa del salón, no escondidas bajo el colchón. Y, de paso, atraer también a lectoras.
La relación entre París y los desnudos es tan proverbial como la que tiene con la moda. Quizá por eso, la edición gala de Playboy ahora parece Vogue. Por estética y por nómina compartida de colaboradores. Ya no es un producto genérico, sino que se ha significado mediante contenidos de altos vuelos. Su cambio de look, ahora sí, puede dotar de algo de verdad a aquello de "yo compro Playboy por las entrevistas". Las vecinitas de enfrente con tetas, labios y melena superlativos han sido sustituidas por top models y celebridades que posan con zapatos de Dior ante el objetivo de Ellen von Unwerth o Inez van Lamsweerde. Y lo mismo publican una entrevista a Damien Hirst que un artículo sobre Sartre. Sexo sesudo. "Todo empezó el verano de 2007, cuando nos dimos cuenta de que la fórmula de la revista para camioneros ya no funcionaba. Ni en términos de ventas ni de publicidad. Así que decidimos volver a la época en que Playboy copaba el imaginario de los hombres. La de los grandes fotógrafos y firmas. Con gusto y sentido del humor. Ha sido difícil. Tuvimos que convencer a modelos, colaboradores y anunciantes de que estábamos más cerca de la moda que de la pornografía. De momento, somos el único Playboy que ha cambiado, pero Italia, Alemania y Rusia ya trabajan en la misma dirección, aunque temen perder a su público tradicional. Además, aún tienen que conseguir a los colaboradores adecuados. Gente que viene del mundo de la moda. Esa es la apuesta", cuenta Patrick Guerinet, su director editorial.
"Convencimos a los anunciantes de que estábamos más cerca de la moda que del porno"
También en 2007 y en París nació el semestral Paradis. "La revista para el hombre contemporáneo", subtitulan. El precio, 10 euros. Su último número incluye una entrevista al polémico codescubridor del ADN, unos dibujos picantes de Ettore Sottsass y un editorial de moda de Juergen Teller con Charlotte Rampling, de 64 años. En cueros en el Museo del Louvre. A estas alturas, cualquier desnudo es justificable. No digamos ya si es en nombre del arte.
Manuel Valencia, guionista y director del fanzine sobre cultura bizarra 2000 Maniacos, corrobora que esta mirada al pasado hecha desde el presente no deja de ser una pirueta intelectual. Un esnobismo. "Son revistas sin ningún encanto kitsch", opina. "Como un catálogo de Ikea sexual, todo muy limpito, moderniqui y aséptico. Les faltan más mala idea y varias toneladas de transgresión. Demasiado papel cuché y fotos impolutas. Me quedo con el papel estraza de antaño y las pelambreras genuinamente setenteras".
Menos ínfulas tiene la estadounidense Jacques. Tan pulp que parece recuperada por un coleccionista en e-Bay. Pero sin lamparones. Sus fundadores, Danielle y Jonathan Leder, un matrimonio insultantemente joven (ambos tienen 23 años), viven en Williamsburg, Nueva York. La idea fue de ella, una ex modelo y bailarina de burlesque que explica así por qué su revista era algo que el mundo, y América en particular, necesitaba: "Ya no existían publicaciones masculinas sofisticadas. Hay muchas, sí, pero todas parecen la misma". Jacques vive ajena a la era digital. Sus fotos se tiran en película. Nada de retoques. Y las modelos son jóvenes desconocidas. Siempre americanas. "Apostamos por la belleza real. La mejor fotografía erótica es la que revela las pequeñas imperfecciones que hacen única a una mujer; es el anzuelo en el que pica el corazón", continúa Danielle. Así, el espectador se siente parte de la existencia sexual de esa mujer hasta el punto de creer que, si llegaran a conocerse, la atracción sería mutua e instantánea. Aunque a nadie se le escapa que el varón es capaz de tejer fantasías amorosas hasta con la protagonista del porno más crudo.
Es evidente que el sexo vende, pero ¿qué sentido tiene andar a vueltas con él cuando se puede encontrar gratis en Internet? El porno nunca había sido tan accesible. Y precisamente por oposición a él es donde encuentran su razón de ser estas revistas. Según el erotómano Valencia, la red se ha convertido en un sex-shop colosal: "Es la Biblioteca de Alejandría de la sicalipsis. Cualquier escena caliente, por dura que sea, está a nuestro alcance. Este revival del erotismo retro es una reacción reivindicativa lógica y comprensible porque es precisamente el género que menos se encuentra". n
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