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Columna
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La izquierda en Galicia

En las elecciones autonómicas de 2005, el Partido Socialista y el BNG alcanzaban la Xunta a través de una coalición entre ambas fuerzas políticas, acabando así con 16 años de Gobierno continuado de la derecha encabezada por Manuel Fraga. Dos años después, en los comicios municipales, socialistas y nacionalistas completaban su éxito electoral conquistando los principales concellos del país y dejando al PP como fuerza institucionalmente marginal en Galicia. Con el Gobierno del Estado en sus manos, dirigiendo la Xunta y con la mayoría de los más importantes ayuntamientos en su poder, la izquierda se preparaba para protagonizar un largo ciclo político en Galicia.

En sólo cuatro años la situación ha cambiado radicalmente. El PP recuperó la Xunta en 2009, amenaza seriamente con reconquistar el Gobierno de España y, si las cosas no cambian profundamente, en menos de un año pueden acceder de nuevo a una parte muy importante del poder municipal, arrinconando a la izquierda en unos cuantos enclaves, tal como sucedía a finales de los años 90 del pasado siglo. A todo ello contribuye, en primer lugar, la tendencia de fondo que se detecta en la sociedad española, pero también el sistema de partidos en Galicia y cómo ese sistema condiciona las alternativas de Gobierno. En efecto, a diferencia de lo que ocurre en el Congreso de los Diputados, donde el PSOE dispone de varias posibilidades -cada vez menos, es cierto- para completar su mayoría parlamentaria relativa, o en el Parlament, en el que tanto el PSC como ERC pueden configurar con CiU fórmulas de gobierno diferentes al tripartito actual, en Galicia nada de eso es posible.

La política económica de Zapatero provocará un duro enfrentamiento entre PSdeG y BNG

Tanto en nuestro Parlamento como en la mayoría de los concellos sólo existen dos posibilidades reales: un Gobierno con mayoría absoluta del PP o una coalición de socialistas y nacionalistas. Eso quiere decir que, cuando uno de los dos partidos de la izquierda (PSdeG o BNG) sufre un descalabro electoral no sólo se debilita él, sino que afecta decisiva y negativamente al conjunto de la alternativa progresista. Porque, como la historia política demuestra, las pérdidas electorales experimentadas por una de las fuerzas de la izquierda sólo se ven compensadas muy parcialmente por el ascenso de la otra. Dicho de otra forma, hay muchos ciudadanos que hoy sólo se expresan políticamente a través del nacionalismo, y si el BNG los decepciona, se abstienen. Y, desde luego, existen muchos votantes socialistas que si se ven defraudados, se alejarán del PSdeG, pero jamás votaran nacionalistas. De ahí que el deterioro que está experimentando el PSOE como consecuencia de la grave crisis que nos asuela y de sus indudables errores, afecte muy negativamente al PSdeG y por ende a la alternativa progresista en Galicia.

Pero los problemas no acaban ahí. Como ha quedado fehacientemente demostrado en la pasada legislatura autonómica y en la todavía vigente municipal, dotar de coherencia a los Gobiernos formados por dos fuerzas políticas que como el PSdeG y el Bloque tienen tradiciones muy distintas y universos político-culturales diversos ha sido siempre una tarea compleja. Sobre todo si existen, como es el caso, vasos comunicantes entre amplios sectores de sus respectivos electorados. Si a todo ello añadimos que las medidas que está tomando el Gobierno Zapatero (congelación de las pensiones, recorte de los salarios a los empleados públicos, reforma laboral, proyecto de reforma del sistema de pensiones, renuncia a combatir el déficit por la vía de aumentar los ingresos...), van a provocar -están provocando ya- una creciente confrontación entre las dos fuerzas políticas de la izquierda, concluiremos que la política económica y social, que debería haber sido el espacio natural de encuentro y colaboración de socialistas y nacionalistas contra el proyecto liberal de Feijóo, se convertirá en el escenario de un duro enfrentamiento entre las dos fuerzas políticas progresistas, desacreditando todavía más la necesaria alternativa al PP.

Porque, como hemos dicho tantas veces, en una democracia moderna y consolidada, un Gobierno, por muchos errores que cometa, no se desmorona si no existe una alternativa política creíble que pueda sustituirlo. Tal es hoy el desolador panorama de la izquierda en Galicia.

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