Hacia una mayor flexibilidad
El Banco Central de China ha decidido el pasado fin de semana flexibilizar la cotización del yuan durante los próximos meses, en lo que constituye un gesto de buena voluntad de cara a la próxima reunión del G-20 en Toronto el fin de semana del 25 al 26 de junio. Este acuerdo supone poner fin a 23 meses de anclaje prácticamente efectivo de la cotización del yuan al dólar entre las cotas de 6,82 y 6,83 CNY/USD.
Con carácter previo conviene señalar que la autoridad monetaria china no ha alterado las claves que han regido el funcionamiento del tipo de cambio del yuan desde su revaluación; esto es: mantiene inalteradas las bandas de fluctuación máximas intradiarias (+/- 0,5%), y permitirá que el tipo de cambio central oscile entre esas bandas. Ha descartado que vaya a permitir un movimiento abrupto en los próximos meses, por lo que, a día de hoy, podemos anticipar que el cruce tenderá a replicar su comportamiento tras la revaluación de 2005, una suerte de flotación dirigida por parte del banco central (entre 2005 y 2008 el yuan se revaluó cerca de un 15%).
China avanza hacia una estructura en la que la demanda interna desempeñe un papel más destacado
Una primera reflexión es que responde a una creciente presión por las grandes economías en los últimos meses, personalizada en EE UU, uno de los países que con mayor vehemencia ha insistido en que China avance en la reformulación de su régimen cambiario. Con esta decisión, cabe esperar una atenuación de la presión política y, por qué no, una reducción de la amenaza proteccionista que pudiera derivarse de una postura inflexible por parte de las autoridades chinas.
Al mismo tiempo, y en términos de confianza en el ciclo económico, el movimiento no deja tampoco de reflejar dos elementos de crucial importancia para la economía mundial: (1) las autoridades chinas no anticipan una profunda contracción del comercio en los próximos meses (principal argumento que justificó el mantenimiento de un tipo de cambio fijo en los últimos años) y (2) China continúa avanzando hacia una estructura económica menos dependiente del sector exterior y más equilibrada, donde la demanda interna desempeñe un papel más destacado. Este último aspecto permitirá sin duda generar oportunidades de venta para todas aquellas economías que no solo se beneficien de la menor presión de China, sino que de por sí hayan afrontado las reformas necesarias para competir en el escenario global.
En suma, nos hallamos ante una de las decisiones más importantes que a nivel institucional se podían adoptar en el marco de las economías emergentes. El movimiento de China, que no deja de ser el primero dentro de una serie de reformas necesarias para situarla a nivel de los grandes mercados financieros de las economías desarrolladas, constituye un elemento crucial para evitar una reedición de los desequilibrios globales que subyacen a la prolongada crisis económico-financiera que nos afecta desde 2007.
Álvaro F. Lissón y Pablo Guijarro, del departamento de Análisis Económico y Mercados de AFI.
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