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Éxito arrollador de la violinista Anne-Sophie Mutter en A Coruña

Mutter no se metió al público en el bolsillo con las primeras notas de su Stradivarius; ya lo tenía ahí antes de salir a escena. El concierto fue como un regalo de presentación tan acertada que supera al contenido.

La violinista Anne-Sophie Mutter trajo a A Coruña un programa envuelto en la magia sonora de la Sonata en sol menor de Debussy. El precioso papel-poema, primorosamente pintado en climas y ambientes sonoros por quien fuera "la niña de Karajan", estaba atado con unas cintas hechas de un material muy especial: el arrollador virtuosismo de la fantasía de Sarasate sobre Carmen de Bizet, con sus lazos de infinitos timbres y mecanismos de casi imposible ejecución. Y adornado por todo tipo de ataques de arco y perfectos pizzicatti de mano izquierda.

Un regalo siempre es de agradecer y más si el contenido es de la gran calidad de la Sonata en fa mayor de Mendelssohn y la Sonata nº 3 de Brahms. Lo más destacable de la primera, los toques de pasión que dieron brillo a la serenidad del Adagio. En Brahms, el color -puro Stradivarius- de sus graves y la sensualidad del Un poco presto.

Un bis tan tópico y previsible como la Danza húngara nº 5, también de Brahms, ilusiona a los más. Delicias inesperadas (Gershwin y otro Debussy) fueron quietamente saboreadas también por los oídos más exigentes. Todo, impecablemente elaborado por Mutter, fue servido por un sabio Lambert Okis relegado a un excesivo segundo plano al servicio de la gran diva alemana.

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