"Un golpe muy fuerte"
Los forenses afirman que la agresión causó la paraplejia de Buene
Miwa Buene, el congoleño de 45 años que se quedó tetrapléjico tras ser agredido el 10 de febrero de 2007 en Alcalá de Henares, recibió "un golpe muy fuerte" en el cuello, que le rompió tres vértebras y la médula ósea. Así lo expusieron ayer durante la última jornada del juicio los forenses que han evaluado a la víctima y el primer médico que le atendió.
Según los facultativos es posible que el golpe se lo diesen con el puño cerrado o con la mano abierta, como han afirmado los testigos. La víctima sufre desde entonces un síndrome depresivo crónico con brotes psicóticos. "Piensa que fue atacado por ser negro y no lo ha superado todavía", destacó una psiquiatra.
El agresor le atacó en un lateral del cuello y ello le produjo lesiones muy graves de forma instantánea. Cayó desplomado al suelo casi sin consciencia: "Se nota que su cuerpo ya no funcionaba bien porque no hizo intención de poner las manos para no golpearse la cara al caer. Perdió lo que se llama el reflejo del paracaidista", explicó la forense del juzgado de Alcalá de Henares.
El médico que le atendió en las urgencias del hospital Príncipe de Asturias no le apreció ninguna herida de intento de defensa. "Entró casi inconsciente y solo era capaz de responder parpadeando los ojos", añadió el facultativo.
La defensa del presunto agresor intentó demostrar que las lesiones fueron agravadas por algunos testigos que movieron a la víctima.A la vista de las pruebas y del contenido de las declaraciones, el fiscal mantuvo su petición de 12 años de cárcel por un delito de lesiones graves con la agravante de racismo. "Pido la pena máxima por entender que es un delito intolerable, muy reprochable por la sinrazón y por el menosprecio hacia una persona por el color de su piel. El acusado estará en la cárcel 12 años, pero saldrá por su propio pie y podrá practicar los deportes que tanto le gustan. Mientras, su víctima estará en una silla de ruedas de por vida", concluyó el fiscal.
La defensa pidió la absolución del acusado o, en el peor de los casos, que se le acuse de lesiones imprudentes. Alonso hizo uso de su última palabra en el juicio y pidió perdón a las personas que pudiera haber ofendido con sus insultos racistas. "No hubieran salido de mi boca aquel día si hubiera estado sereno. No soy racista ni me gusta el conflicto", afirmó. Tras el juicio, se abrazó a sus hermanos y se echó a llorar antes de ser esposado.
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