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Reportaje:

El trabajo está ahí fuera

La crisis se ha cebado con la industria, la construcción y los servicios. - Hay menos ofertas de empleo, pero se pueden aprovechar algunas oportunidades

María Fernández

La mayoría de los 200.000 parados que hay en Galicia se han pasado el fin de semana pensando cómo harán este lunes para encontrar trabajo. Quizá se decidan y envíen su currículo a alguna de las 23 ETT, quizá se asomen a alguna web como Infojobs, lean las ofertas del periódico o se acerquen a una oficina pública de empleo. "Los trabajos nunca están donde pensamos que los vamos a encontrar", advierte una guía que está a punto de publicar Formega, la Fundación Galega do Metal. El manual aconseja al parado que comente "con familiares, amigos y colegas", que busca trabajo. Porque pese a todas las vías habituales el "boca a boca" sigue siendo muy efectivo. "No basta con registrarse en la Oficina de Empleo, hay que utilizar muchos canales, cambiar de estrategia cuando no resulta", continúa el texto. Quieren transmitir que el avance de la crisis no puede aceptarse como una ley inevitable contra la que no cabe respuesta. Existen pequeñas parcelas profesionales que se resisten a ser barridas por el pesimismo y generan puestos de trabajo. Decir que son muchas o que tienen sueldos de envidia sería, como poco, falso, pero ahí están.

Hay una gran demanda de puestos en el sector de las tecnologías
Aprovechar la crisis tiene recompensa para los emprendedores
La dependencia es y será un yacimiento de empleo en Galicia
Las guías recomiendan al parado que no limite la búsqueda

En UGT analizan miles de contratos para extraer indicadores que puedan dar pistas sobre esas tendencias. "La primera conclusión es que la situación no es nada homogénea", previene José Domingo Barros, su secretario de Empleo. Por ejemplo en la construcción, donde se detecta un repunte por las obras del Plan E que, sin embargo, sabemos que no continuará en el futuro. El sector servicios, el que más empleo destruye, es también el que tiene mayor capacidad para sobreponerse, y sobre él bascula una gran parte de la demanda.

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Por este orden, en los últimos dos años han detectado un crecimiento "sostenido o relevante" para estas categorías profesionales: auxiliares de administración, cocineros, camareros, barman o similares, animadores comunitarios y educadores sociales. En el rural gallego entran en juego otras profesiones, como las relacionadas con el cuidado de niños, personal de limpieza o peones agrícolas. "En esta relación, los trabajos vinculados a la dependencia son cada vez más necesarios", asegura Barros.

Según la estrategia Europa 2020, que la Comisión Europea ha puesto en marcha para aprovechar las oportunidades de la crisis, cada vez serán más necesarias las personas con conocimientos para trabajar en tres grandes segmentos: los llamados empleos verdes, en energías renovables; los blancos, relacionados con la asistencia y el cuidado a las personas; y los empleos azules, vinculados a áreas con alto contenido tecnológico. "En Galicia tenemos capacidad para cubrir esos tres espacios", asegura rotunda Marisa Mayo, directora del Instituto Galego das Cualificacións. Le viene a la boca enseguida la palabra "dependencia", por el consabido envejecimiento de la población (en atención a la infancia, atención socio sanitaria en centros de día, geriátricos). Y añade a la relación anterior el turismo, donde a corto plazo ya se buscan profesionales -por el Xacobeo- y a largo seguirá siendo un yacimiento, según ella, por el desarrollo del termalismo, y el turismo cultural y de naturaleza.

En estos tiempos extraños una gran demanda no implica la presión al alza sobre los salarios. Según el convenio colectivo de residencias privadas de la tercera edad de Galicia, un animador sociocultural, esos tan buscados, cobraba 745 euros mensuales conforme a las tablas salariales de 2007. Un médico técnico superior no llegaba a 1.200 euros. Un supervisor asistencial, 943, lo mismo que los ATS, terapeutas ocupacionales o fisioterapeutas.

En el sector TIC, de las nuevas tecnologías, la cosa cambia. Marcos Carbonell, que dirige Vitae, una consultora de recursos humanos especializada, admite que están "desbordados", de ofertas. "Galicia es un lugar excelente. Se están instalando lo que llamamos sofware factories, que dan apoyo a empresas más grandes de otros países europeos aprovechando la ventaja de estar en el mismo huso horario. India, de la que tanto se habla, es sólo un país barato, aquí hay calidad-precio". Su empresa ha hecho un estudio para la asociación Eganet y para el CITIC con los salarios actuales: un director informático cobra entre 33.000 y 51.000 euros anuales; un arquitecto de software, entre 25 y 45.000; los programadores, entre 12.000 y 36.000 euros, casi como los desarrolladores web, entre 15.000 y 32.000 anuales.

Los empleos en el sector se mantienen porque la pymes tecnológicas que ya existían se reconvierten. Pablo López, que dirige Hacce, una TIC, lo resume: "Ahora hacemos menos webs y más tiendas online, pero es cierto que la crisis no nos afecta tanto".

Otro gran yacimiento laboral que a veces se descuida está en el autoempleo. Crear una empresa es difícil, pero arriesgar tiene su premio. La directora del parque tecnológico ourensano Tecnopole, Luisa Pena, cree que la solución pasa por modificar la "mentalidad de funcionario" intentando convencer desde la base. Por eso el medio millón de metros cuadrados que ocupa el parque, con un hueco especial para pymes de biotecnología, recibe constantemente visitas de escolares. En los viveros de empresas hay mucho esfuerzo invertido por microempresas que pueden llegar a ser tan grandes como Inditex. La clave está en proponérselo.

"En mi anterior trabajo me llamaban MHI, no sabía qué significaba hasta que me enteré de que es el acrónimo de Make It Happen, haz que ocurra. Hacen falta personas con capacidad para solucionar problemas, independientemente de su formación", reflexiona Pablo Conde. Su pyme tecnológica de guías turísticas en GPS ha pasado en poco tiempo de tener dos a 20 empleados en nómina.

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Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.

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